miércoles, 27 de junio de 2012

El Hombre Imaginario





El hombre imaginario

vive en una mansión imaginaria

rodeada de árboles imaginarios

a la orilla de un río imaginario



De los muros que son imaginarios

penden antiguos cuadros imaginarios

irreparables grietas imaginarias

que representan hechos imaginarios

ocurridos en mundos imaginarios

en lugares y tiempos imaginarios



Todas las tardes imaginarias

sube las escaleras imaginarias

y se asoma al balcón imaginario

a mirar el paisaje imaginario

que consiste en un valle imaginario

circundado de cerros imaginarios



Sombras imaginarias

vienen por el camino imaginario

entonando canciones imaginarias

a la muerte del sol imaginario



Y en las noches de luna imaginaria

sueña con la mujer imaginaria

que le brindó su amor imaginario

vuelve a sentir ese mismo dolor

ese mismo placer imaginario

y vuelve a palpitar

el corazón del hombre imaginario

Nicanor Parra 



Siddharta Hermann Hesse


-Te cuentas también tú entre los que buscan, venerable, a pesar de tus muchos años y de llevar el hábito de los monjes Gotama?
-Aun siendo viejo , repuso Govinda, no ceso de buscar . Jamás dejaré de hacerlo : eso parece ser mi destino. Y creo que tú también has buscado.¿Quieres darme un consejo,venerable?
Siddharta declaró :
-¿Qué podría decirte, venerable? Quizá que has buscado con demasiado ahínco.Que a fuerza de buscar, no has podido encontrar.
-¿Cómo es eso?-preguntó Govinda.
-Cuando alguien busca - continuó Siddharta- fácilmente puede ocurrir que su ojo sólo se fije en lo que busca; pero como no lo halla , tampoco deja entrar en su ser otra cosa; no puede absorber ninguna otra cosa,  pues se concentra en lo que busca.Tiene un fin y está obsesionado con él. Buscar significa tener un objetivo.Encontrar, sin embargo, significa estar libre, abierto, no tener ningun fin.Tú, venerable, quizá eres realmente uno que busca, pues persiguiendo tu objetivo, no ves muchas cosas que están a la vista.

(Página 156)

miércoles, 20 de junio de 2012


"INTERPRETACIÓN PSICOLÓGICA/ HERMENÉUTICA DE LAS IMÁGENES ARQUETÍPICAS DE LA MADRE EN ALGUNOS CUENTOS DE HADAS"Sergio Palacio

Sergio Adrián Palacio Tamayo es Psicólogo de la Universidad San Buenaventura de Medellín, Especialista en Hermenéutica literaria y Magister en estudios Humanísticos de la universidad Eafit. Docente de cátedra Universidad de San Buenaventura y psicólogo clínico privado. E-mail: giosernandria@gmail.com



Resumen.
Este artículo presenta una interpretación de las imágenes arquetípicas de la madre en algunos cuentos de hadas. Deriva de la investigación Los cuentos de hadas como expresión de las profundidades del alma realizada durante los años 2010-2011(01) como trabajo de grado para optar por el título de Magister en Estudios Humanísticos de la Universidad Eafit. Esta investigación abordó la interpretación de cuentos de hadas desde la perspectiva teórica de la psicología junguiana. Construyó un marco conceptual para mostrar el devenir de la imagen primordial o arquetipo y la vinculación que tiene este con la esencia de los cuentos de hadas. Finalmente se realizaron diferentes interpretaciones de cuentos de hadas siguiendo la metodología diseñada por Marie Von Franz y en ese sentido se abordaron los siguientes cuentos: Barba azul, Ivan Zarevich, el pájaro de oro y el lobo, Hansel y Gretel, Con el diablo a la espalda, Hans de Hierro, entre otros.
Palabras clave: Psicología analítica, cuento de hadas, imágenes arquetípicas, Femenino, masculino, Arquetipo materno, Arquetipo paterno, método de interpretación hermenéutica/psicológica.

En muchos sentidos la madre dentro del cuento de hadas está sumergida en las profundas aguas de la oscuridad. Su condición principal está planteada como devoradora, peligrosa, suspicaz y cargada de recelos. Ella se opone tanto a lo masculino como a lo femenino, desea devorárselo. Mientras Gretel es esclavizada, Hänsel es encerrado para ser engordado. Lo femenino es menoscabado en ese cuento; lo masculino está en peligro de ser devorado. En la madre se encarnan las contrariedades de la vida: te da la vida pero también puede quitártela. No es un juicio moral el que se hace en sicología junguiana cuando se habla de la doble polaridad de la madre, sino más bien una comprensión sobre este aspecto de la psique donde el ser humano es invitado a vivir la contradicción del arquetipo de la madre. Ella es la corriente de vida donde la creación da lugar a la destrucción, donde la destrucción al servicio de la vida da lugar a la creación (Woodman & Dikson, 1999,19). En general los rasgos esenciales del arquetipo de la madre son: lo “materno”, la autoridad mágica de lo femenino, la sabiduría y la altura espiritual que está más allá del entendimiento; lo bondadoso, protector, sustentador, dispensador de crecimiento, fertilidad y alimento; los sitios de la trasformación mágica, del renacimiento; el impulso o instinto benéficos; lo secreto, lo oculto, lo sombrío, el abismo, el mundo de los muertos, lo que devora, seduce y envenena, lo que provoca miedo y no permite evasión (Jung,1994,75). Esta serie de categorías de la madre son solo aspectos que a la larga se complementan como opuestos. Este devenir de la madre no sólo convoca a comprender su doble polaridad no como una amenaza –aunque su apariencia en si sea arrobadora o monstruosa- sino como vía hacia la transformación y el proceso de individuación. El héroe, sale al bosque del inconsciente en busca de esta madre terrible porque la conciencia del yo se ha estrechado, los estamentos del pasado están derrumbándose, las creencias e ideas se han fosilizado y estorban más que ayudar. Se encuentra a la madre terrible, es inevitable ser devorado, confrontado, puesto a prueba, muerto. Para transformarse es necesario que algo muera. Es el sacrificio acorde para lograr el cambio. En el encuentro con la madre terrible llevamos ante ella lo estancado de nuestras vidas, la repulsa interior a seguir su ciclo vida/muerte, las negaciones que hemos dispuesto ante los cambios, basándonos en sólidos espejismos que se diluyen en lo profundo del bosque donde ella vive. Llevamos semejantes cargas pero de allí, de su vientre peligroso, ligado a la muerte y la destrucción es que emergemos diferentes. En la trasformación psíquica existe un intercambio equivalente (1)donde en cada modificación de nuestro ser debemos otorgar, ceder, dejar ir, soltar, lo que nos aprisiona y creemos valioso, para recibir la integración psíquica que posee el mismo o mayor valor de la atadura anterior. Continuaremos regresando hacia ella una y otra vez, porque en ella morimos y nos renovamos, en un continuo intercambio equivalente.
La madre sería entonces, en su doble figuración, un arquetipo que trasforma la psique de manera abrupta, pero el temor a su poder es mayor que la valentía del héroe. En todo momento, la ambigüedad de su fuerza promueve una imagen donde prestamos atención a la dicotomía de la idealización/odio, donde la madre es benigna, santa, inmaculada, intocable pero a la vez es peligrosa, invasora, sobreprotectora, etc. Su imagen puede aparecer como (Campbell, 1997,105):
1) la madre ausente, inalcanzable, en contra de quien se dirigen las fantasías agresivas y de quien se teme una igual respuesta agresiva; es la madre para depositar la agresividad con el agravante de que ella misma puede volcarse con igual fuerza hacia ti. Como odias te odia, como atacas te ataca: es un espejo donde se reflejan los estados de agresión producidos a partir de la frustración de perder su cuerpo, su cuidado, su seguridad, su alma y por ende, la agresión se vuelca sobre ella para compensar los impulsos agresivos más ella misma no los sabe controlar, porque de ella han emergido también, y el hijo(a) siente que su madre es la peligrosa, que podría matarlo.
2) la madre que obstaculiza, que prohíbe, que castiga; ambivalente, ataca para fragmentar y luego de fragmentar intenta unir las fracciones: divide inevitablemente. No desea, ni permite, la independencia del niño; lo desea para ella, lo confina a sus dominios; es celosa, siente miedo de sí misma y lo proyecta en el afuera, con ella crea a un niño inseguro, del cual se hará cargo toda la vida.
3) la madre que se apodera del niño que crece y trata de huir; huye para ser libre, se le opone, se le enfrenta, deambula las calles, se vuelve un errante, evitando la vida misma, la madre que se le aparece en cada mujer y no le interesa sentar cabeza, porque de hacerlo se entregaría a lo sólido de ella, el nido, la patria, la tierra y con ello, entraría en pánico de ser de nuevo consumido por su negligencia psíquica para vivir individualmente, ella desea simbiosis, mantener un cordón umbilical.
4) la madre deseada pero prohibida (complejo de Edipo) cuya presencia es una incitación a los deseos peligrosos (complejo de castración); la mujer primaria del deseo, la caricia erógena sobre la piel, su olor ligado a los recuerdos del cuerpo, la contemplación de su cuerpo en la profunda marca de la prohibición, los celos por un padre que la posee y nos la quita, le culpamos de nuestro dolor celotípico, de nuestra escisión definitiva, donde logramos alejarnos de su influjo. A veces, cuando el padre falta, dormimos con ella en su cama, en el espacio del padre, y administramos su odio al masculino, lo restregamos por nuestro cuerpo, le apoyamos para matar al padre ausente: nos autolegamos un dolor ajeno. Es probable que estas imágenes persistan en la tierra, escondidas del recuerdo de la infancia del adulto y a veces se convierten en la fuerza más poderosa (Campbell, 1997,106). Fuerza que trasforma o devora según el caso. Fuerza que se manifiesta en el cuento de hadas de manera integrada donde se da un giro a su fuerza maligna y se le integra a la vida psíquica y humana. Fuerza primigenia, arquetipo de la madre, que posee una cantidad de imágenes y aspectos que representan su amplia influencia en la vida humana. Citando solo algunas formas típicas tenemos: la madre y la abuela personales; la madrastra y la suegra; cualquier mujer con la cual se esté en relación, incluyendo también al aya o niñera; el remoto antepasado femenino y la mujer blanca; en sentido figurado, más elevado, la diosa, especialmente la madre de Dios, la Virgen (como madre rejuvenecida, por ejemplo: Demeter y Ceres), Sophia (como madre-amante, a veces también del tipo Cibeles-Atis o como hija-[madre rejuvenecida]-amante); la meta del anhelo de salvación[paraíso, reino de Dios, Jerusalén celestial]; en sentido más amplio la iglesia, la universidad, la ciudad, el país, el cielo, la tierra, el bosque, el mar y el estanque; la materia, el inframundo y la luna; en sentido más estricto, como sitio de nacimiento o de engendramiento: el campo, el jardín, el peñasco, la cueva, el árbol, el manantial, la fuente profunda, la pila bautismal, la flor como vasija (rosa y loto); como círculo mágico (mándala como padma) o como tipo de la cornucopia; y en el sentido más estricto de la matriz, toda forma hueca (por ejemplo, la tuerca); los yoni; el horno, la olla; como animal, la vaca, la liebre y todo animal útil en general (Jung,1994,75).
En el cuento de hadas la madre prolonga sus imágenes arquetípicas hacia el héroe para hacerle crecer. Entremos a ese simbolismo ambivalente, siguiendo un cuento de hadas, para afianzar una interpretación amplia de este aspecto de la psique. Comencemos entonces por el cuento japonés, de tradición oral, y con correspondencia en occidente con el cuento La doncella manca, llamado La doncella sin manos. Lo particular de este cuento, es que a diferencia de la versión de los hermanos Grimm, donde el padre amputa las manos de su hija, aquí es la madre la que ejecuta dicha agresión.
La historia comienza con la muerte de lo femenino, la madre, por efecto de una enfermedad, dejando sola a la joven protagonista. El padre, dueño de una posada, decide casarse con una mujer que odia de entrada a la huérfana y busca deshacerse de ella. Un día, la madrastra lleva a la joven a lo profundo del bosque, la ata a un árbol y le corta las manos para luego dejarla abandonada a los elementos. Un joven cazador, coincide con ella en ese punto alejado del bosque (inconsciente), y se apiada de su condición en minusvalía por lo que le brinda protección de inmediato: la conduce a una casa humilde, donde queman madera para hacer carbón, sitio aislado y remoto, donde la gente no es frecuente, y le da un techo para dormir. También le brinda alimentación que proviene de la madre atenta y cuidadora del cazador: él le solicita el doble de comida sin confesarle para quién son los platillos extras. La madre comienza a notar que el joven está cada día más alegre y le interroga por la factible presencia de una mujer en su vida. Él le confiesa esto, y la progenitora admite que su posible esposa, resida en su propia casa. Luego los dos enamorados contraen matrimonio, y trascurrido un tiempo, la joven queda en embarazo. Tras meditar la situación económica de su familia creciente, el joven decide marcharse lejos - durante tres años- con el objeto de ganar más dinero. A los pocos meses de su partida, sin saberlo aún, nace su primogénito. Su esposa le envía un mensaje para darle la buena nueva pero el mensajero encargado de la comitiva, se detiene en la posada del padre, y sin darse cuenta le confiesa a la madrastra, que la joven sin manos sigue viva. Esta madre terrible, se encarga de poner suficiente sake en la copa del heraldo y este cae borracho, dando la posibilidad de que la madre terrible altere la carta: en vez de precioso niño, escribe que ha nacido un diablo. Al día siguiente el mensajero cumple su entrega pero la tergiversación ya está presente en lo escrito. En ese sentido, es particular del padre, la aceptación inmediata de lo comunicado; no se asusta y sin reparos, admite cuidar a su hijo a pesar de su condición demoniaca: contesta la carta con esta prerrogativa. El emisario, en un estado inconsciente total, sin la facultad de Hermes, recae en su compulsión etílica, por lo que visita de nuevo la posada.
La madrastra, llena de nuevo su copa hasta hacerlo caer borracho. Con ello, se abre paso hacia la carta para transgredirla: rechaza el mensaje del padre aceptando al hijo y reescribe el texto, dando órdenes inmediatas para que la mujer sin manos y su hijo, salgan de su casa. Al recibir semejante respuesta, la esposa, junto con la suegra, se ponen tristes, al ver la trasfiguración del marido. Cumplen la orden: la mujer sin manos se va con el niño montado en sus espaldas. Durante varios años, tres en total, deambulan pidiendo limosna por distintos poblados, hasta que un buen día, ella decide regresar a la casa del carbón. Recordemos que esta casa estaba en una parte remota del bosque y para llegar a esta, es necesario remontar una inclinación leve, que está al lado de una cascada. La mujer sin manos lleva a su hijo a la espalda, mientras haciende por el remanso. Se siente cansada y con sed por lo que intenta beber del afluente que cae desde lo alto; se agacha sin precisar que su hijo está a sus espaldas y este se le desliza hacia adelante. En ese momento, cuando es cercana la caída, ella Grita: ay, mi niño, y de inmediato, por el peligro apremiante, o quizás por el milagro que ofrece el movimiento de lo inconsciente (espalda/niño/negación) hacia lo consciente, a ella le brotan nuevas manos: lo atrapa y le salva de la muerte. Finalmente se instalan en la casita del carbón.
Este ascenso hacia la casa y el nacimiento de las nuevas manos, coincide con el retorno, luego de tres años de trabajo (proceso interior de individuación), del marido. Apenas incursiona en su casa su madre le increpa por la decisión que tomó varios años atrás, donde expulsaba a su mujer de su casa. Aturdido por la noticia, el joven aclara a su madre lo acontecido y con ello, se da cuenta del terrible engaño que ha causado la madrastra. Él, sale de inmediato a buscar a su mujer e hijo. Estando cansado de trasegar por varios sitios, decide ir a la casa del carbón para descansar. La sorpresa que se lleva, al abrir la portezuela, es grandilocuente: su mujer está allí con su hijo. Marido y mujer lloraron de alegría y volvieron todos juntos a la casa donde esperaba la madre.
En este cuento, como lo hemos notado en los anteriores cuentos, aparece la figura del duelo sin resolver y la elección desesperada de una mujer que supla la ausencia de lo femenino. Esta mujer terrible no duda en hacer daño a la hijastra. La lleva a lo profundo del bosque, que es para Cirlot (2002,112) el […] lugar donde florece abundante la vida vegetal, no dominada ni cultivada, y que oculta la luz del sol, resulta potencia contrapuesta a la del éste y símbolo de la tierra [...] Dada la asimilación del principio femenino y el inconsciente, obvio es que el bosque tenga un sentido correlativo. Por ello, puede afirmar Jung que los terrores del bosque, tan frecuentes en los cuentos infantiles, simbolizan el aspecto peligroso del inconsciente, es decir, su naturaleza devoradora y ocultante (de la razón).
La madre conduce a la joven hacia la madre arquetípica, la devoradora; y le corta las manos: la conexión con el otro, la vida y el mundo. Las manos, para el contacto afectivo, la expresividad y la utilidad laboral, son trozadas para que la joven muera tragada por el bosque. La mano en el idioma egipcio dice Cirlot (2002, 303) designa una relación con los pilares y las palmas, ya que poseen la fuerza y el soporte. Además no podemos olvidar que utilizamos la palabra mano connotada para ayudar y pedir favor, “dame una mano”, para otorgar un saludo o cerrar un trato, para manejar el dinero, los objetos, la relación con el mundo. Las manos nos proveen una capacidad artística, comunicativa y estética. Son el principio de la acción ligada a la palabra. Los políticos, sacerdotes, docentes, abogados, etc., hacen uso de sus manos para promover su discurso, los actores teatrales o cinematográficos, hacen lo mismo. Las manos son la vía del lenguaje más utilizada luego de la palabra; con ellas los sordos se comunican, los músicos logran seguir el ritmo de la sinfonía. La mano del director en lo alto, elevada, es el símbolo de la voz y del canto, situación que se repite en los símbolos gráficos de China y Egipto (Cirlot, 2002, 303). La mano tiene cinco dedos, analogía de la totalidad del cuerpo: cuatro extremidades y una cabeza. Cuatro dedos, y uno antepuesto que permite la pinza, el pulgar. La mano nos hizo humanos capaces de la herramienta, la construcción, las armas… las manos abundan en las cuevas paleolíticas: Lascaux posee miles de ellas, son la primera autoafirmación del cuerpo como manifestación primaria de las imágenes psíquicas. En opinión de Jung la mano posee significación generadora, la derecha es equivalente a la racional, consciente, lógico y viril (lo masculino), y la izquierda lo irracional, lo inconsciente, lo ilógico, lo sensible (lo femenino).
Por tanto, la madrastra, no guillotina un simple par de manos; cercena la integración de los opuestos que están en la hija. No soporta su integración, su parecido con la madre y el amor del padre por su esposa muerta. La hija encarna el aspecto renovado de la madre, es su sucesora, su devenir en el presente y la madrastra está arrojada al tiempo, sabe que es mayor pero no lo acepta; no quiere compartir el hogar, lo materno con su nueva hija, por lo que desea eliminarla. El masculino/padre está erradicado de la escena, no aparece para defender, ni cuidar. Necesita ser renovado y esto ocurre cuando emerge el cazador piadoso, que posee la integración de los opuestos en su ser, pese a que no ha tenido padre o al menos no está presente en el cuento. Trabaja, ha salido de casa, aunque vive aún con su madre, posee una autonomía para moverse por el bosque. Lo recóndito de la madre devoradora, el bosque, es para él, un laberinto fácil de resolver. Es un cazador, vive en armonía con el medio, descifra sus signos, sus huellas, sus estados de tiempo, y es sensible a los territorios del inconsciente. Su corazón es sincero, se apiada de la mujer sin manos, no le pregunta nada de su pasado, solo la cuida, le da un techo. El amor de su madre provee maternaje para ambos jóvenes: la comida se duplica, la madre la prepara sin preguntar nada. La alegría del joven, entusiasmado por el hallazgo de su ánima herida, se desborda en todas sus acciones, se torna más creativo. No duda en casarse con ella, pese a sus limitaciones físicas y la madre no se opone a su deseo, incluso le agradece por el gesto compasivo ante la joven sin manos. Forman un matrimonio, el hijo/esposo, en su fluidez masculina, debe salir al mundo, expandirse del reino de la madre para encontrar un trabajo bien remunerado que le permita sostener a su nueva familia, que se ha incrementado con el embarazo de su esposa.
El masculino sale de casa, y llega el nuevo ataque de la madrastra. Ataca desde la palabra, enconada por sus propias mutilaciones psíquicas; osa afirmar que el bebé de la pareja es un demonio. El niño demonio, la renovación de ambos padres, es por tanto la proyección de la madrastra que ha volcado su odio en la palabra. El masculino acostumbrado a lo sorprendente, admitiendo los devenires de la vida, acepta sin promulgar queja, la presencia de su hijo como demonio; acoge en vez de rechazar. No se asusta con la sombra, con lo anormal, lo sabe parte de su ser. Envía la carta de respuesta, la cual llega a la madrastra de nuevo. No ha logrado vencer al masculino, entonces decide atacar al femenino. Le pide irse, lo exilia. Este obedece, se entrega al vagabundeo, se adentra en la oscuridad, debe pedir a otros para vivir, se entrega a los dominios de la madre terrible: la dependencia, el vagabundeo, sin destino, el abandono primario, la autocompasión, etc. Decide volver, tras varios años de caminos sin meta, a la casa del carbón donde termina refugiándose con su hijo. Esa casa, desde el principio, cuando el joven la llevó, tras encontrarla en el bosque, es un símbolo de trasformación. Es la casa de los carbones, de la trasformación de la madera por intermediación del fuego. En el carbón la energía se ha estancado, erradicado en apariencia y su naturaleza se ha tornado sombría, pero no se ha extinguido: basta con encender un carbón para notar que sus aspecto sombrío se trasmuta en un fuego que permite cocinar, por tanto este vegetal trasformado simboliza la fuerza condensada del fuego. El carbón no hace llama sino que permanece encendido por horas y con él se pueden trasformar los estados de psique de la mujer sin manos.
Ella llega a la casa del carbón, en un renovado círculo que incorpora los aspectos de su pasado/presente, madre buena/madre terrible. Para crear el cierre del círculo ha dado un largo periplo, tres años de vagancia, donde su femenino se ha integrado. La integración es manifiesta en la escena donde nacen las nuevas manos: surgen del milagro, como si siempre hubieran estado allí como crisálidas, esperando la oportunidad de ser madres, de tocar de nuevo el mundo de la madre. Puede atrapar al hijo porque ahora acepta la maternidad negativa, que se le ha legado por parte de su madre, y con ello, integra el arquetipo de lo materno en sus dos facetas: madre buena/madre terrible. Consigue ahora la potestad para cuidarse y ser madre de su hijo. Se reencuentra con la vida, con su energía vital, vivificante. Poseía, antes del ataque de la madrastra, unas manos atrofiadas o temerosas de sus propios logros, tomadas de la madre biológica tal vez, y por tanto compensatorias porque no estaban en la dirección de su propia individuación. Las nuevas manos ya pueden recibir, dar vida, crear, tocar las profundidades del alma. Todas las posibilidades retornan a ella, porque antes quedaron vedadas por la influencia de la madre terrible que quiso erradicar la conexión profunda de sus manos, de su alma. Sus manos renacidas, han surgido del dolor físico y psicológico. Clarisa Pinkola expresa “mientras practicamos el saber profundo e instintivo sobre toda clase de cosas que aprendemos a lo largo de la vida, nos son devueltas nuestras manos, las manos de nuestra madurez como mujeres" (citado por Woodman & Dikson, 1999, 200). La mujer ya madura no permite la caída del niño, de la renovación, del símbolo por excelencia de la unión de la pareja y del estado nuevo de su alma. Sus manos retornan junto con su esposo y la vida se encauza hacia los ciclos cambiantes de la madre (pasa de la madre buena a la terrible, en un ciclo ilimitado, porque ella en si es el propio cambio, por eso se le considera en muchos momentos como la madre muerte/vida), donde la joven se ha convertido en madre de sí misma.
Ahora bien, este aspecto de la madre terrible, conseguimos contemplarlo también en la figura de la anciana, muchas veces tildada de bruja terrible, pero es sin duda una contraparte, de carácter oscuro y negativo, del arquetipo de la madre. Aparece en múltiples cuentos: Vasalisa, La bella durmiente, Madre invierno, Hänsel y Gretel, etc., en los cuentos rusos de tradición oral es constante su presencia, se le llama Baba-Yaga, la cual es una anciana bruja, devoradora y consejera. La anciana es una figura rechazada por la cultura, porque ha encarnado siempre la separación madura de la psique, porque no está identificada con ninguna relación ni confinada por vínculo alguno (Woodman & Dikson, 1999, 177). Posee la sabiduría, la sanación y la capacidad de dar consejos y orientar, pero sus cualidades principales han sido relegadas a la condición de maleficio, embrujo, desorientación, etc. El rechazo oficial de nuestra cultura a la figura de la anciana estaba relacionada con el rechazo a las mujeres, particularmente a las mujeres mayores. Las altas sacerdotisas de cabellos canos, respetadas matriarcas tribales de Europa precristiana, fueron trasformadas por el nuevo patriarcado dominante en secuaces del diablo. A lo largo de la edad Media esta tendencia ganaría impulso, hasta convertirse finalmente en un delirio que asesinó legalmente a millones de mujeres mayores entre los siglos XII y XIX (Walker, 1985, 30, citado por: Woodman & Dikson, 1999,176).
La anciana es la fase profunda de las relaciones, donde tanto hombre como mujer, pueden asumir la individuación como elemento que los hace únicos y con ello, dejar de proyectar sus relaciones en interdependencia y vinculaciones propiciatorias del servilismo, la rabia, la impotencia, y los dolores infantiles. Cuando se acepta la presencia de la anciana interior, la vida se convierte en instantes sin tiempo, en creatividad total, la mujer o el hombre se renuevan con su presencia: ella se pertenece a sí misma, no a sus emociones ni a su exterior, ni mucho menos a sus relaciones, y es eso lo que enseña, la libertad de decir, sentir, y expresar cuando le plazca y del modo que desea su ser integrado. En ese sentido la relación con los demás no será basada en necesidades físicas, sicológicas o espirituales. Ya no habrá contactos donde solo se busca la intención de llenar vacíos del otro, cambiarlo, proponerlo como extensión de uno mismo, mas no como igualdad. En su lugar emerge (sin idealizar) una relación que permite, bajo la sabiduría profunda del alma y el cuerpo, la libertad del otro para ser. Amamos entonces, siguiendo el ritmo de ese sentir y no motivados por la fuerza de voluntad, la imposición, un ideal de triunfo o creyéndonos responsable de los demás. Lo que hacemos por fuerza de voluntad, por noble que sea, acaba convirtiéndose en rabia y soledad, si no se atienden las propias necesidades legitimas. El cuerpo se vuelve sólido, rígido, concretizado en sus esfuerzos por servir mandatos de la mente. (Woodman & Dikson, 1999,189). Cuando ocurre esto, la anciana propiciadora de fluidez, se torna taciturna y terriblemente agresiva, convoca al cambio bajo la premisa de ser devorados para renovarnos.
Ese aspecto positivo de la anciana, representado de manera simbólica como madre buena/consejera/sanadora posee la contraparte terrible y negativa visible en el cuento japonés trabajado –en otros también- bajo el aspecto de la madrastra. Es particular de esta faceta de la madre negativa/anciana terrible la carga de angustia, espanto y temor que despierta en la psique de cualquier ser humano. Dicha polaridad oscura –la otra sería clara o iluminada, pero ambas van juntas- genera de lleno la proyección de imágenes arquetípicas como la bruja, la puta, la vampiresa, los espectros, la Gorgona, el hambre, el abandono, la desprotección, la guerra, la muerte, y toda imagen, en general repugnante, disociada, caótica, amenazadora, se convierte en manera simbólica para expresar esa fuerza maligna de la madre/femenino terrible. En ella se proyecta, la importancia vital del cuidado materno (la delicada responsabilidad de dar y mantener la vida, el equilibrio, la unidad primigenia) pero en ese sentido, tras la pérdida de su ser más protector, cuando llega la hora de romper la simbiosis primigenia, emerge la contraparte amenazante y terrible: surge allí, en la relación con este arquetipo, la polaridad consciente/inconsciente, negativo/positivo que da vía libre y espontánea a la creación de símbolos en la psique personal y colectiva. Lo consciente, como vimos en anteriores cuentos, está ligado con el padre, pero lo materno está íntimamente unido con lo inconsciente por lo que su origen, hablamos del aspecto negativo de la madre/anciana por supuesto, es según Neumann (2009,154) derivado desde allí por medio de la fantasía y la imaginación mas no desde aspectos reales. “El seno de la tierra se convierte así en las mortíferas fauces destructoras del mundo subterráneo, y junto al seno que ha de ser fecundado y la gruta protectora de la tierra y de la montaña se abren la sima y el infierno, el oscuro agujero de las profundidades, el seno voraz de la tumba y de la muerte, de la oscuridad sin luz y de la nada. Pues esta mujer que alumbra la vida y a todos los vivientes de la tierra es la misma mujer que vuelve a devorar y engullir todas las cosas, que da caza a sus presas y las apresa en sus lazos y en sus redes. La necesidad, el hambre, las enfermedades y, sobre todo, la guerra, son sus cómplices, y las diosas cazadoras y guerreras de todos los pueblos la expresión de la humanidad concibe la vida como una mujer sedienta de sangre" (Ibid, 155).
Esa mujer devoradora, encarna la angustia que en ciertas proporciones debe integrarse para que no se desborde en proyecciones que desencadenan absurdas persecuciones - personales y colectivos- y asesinatos sin sentido: ella como madre terrible, como sucede en varios cuentos, nos es plenamente terrible, es su cara oscura, la parte oculta que de ella nos negamos a ver, ya sea porque lo colectivo lo erradicó de la psique y lo destinó a lo profundo del inconsciente, o nosotros mismos, hemos declarado la guerra ante su inevitable presencia que nos desasosiega, y nos llena de una insufrible proyección donde le reclamamos una y otra vez, por su abandono, situación infantil – tema que se amplificó en Hänsel y Gretel- por excelencia, que nos convida a soltar las amarras y permitir enfrentar la madre terrible, que desea beber nuestra sangre, tragar nuestro cuerpo y devorar nuestra psique, pero que en el fondo nos dará la potestad para ser libres en sus dominios terribles, plagados de monstruos, donde la angustia se convierte en la vertiente activa para alcanzar la plena individuación.


NOTA DE PIE DE PÁGINA
(1) El hombre no puede obtener nada sin entregar antes algo a cambio. Para crear, algo de igual valor debe perderse [...] es la primera ley de la equivalencia de alquimia de intercambio. Frase introductoria del manga Full metal alchemist..


BIBLIOGRAFÍA
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domingo, 17 de junio de 2012



Interpretación psicológica/ hermenéutica de las imágenes arquetípicas del padre en algunos cuentos de hadas. 

Por: Sergio Adrián Palacio Tamayo

La imagen del padre presente en los cuentos de hadas posee una tendencia positiva, guiadora y sin oposiciones. En ocasiones manifiesta cierto grado de negatividad que se contrasta con el desplegado por lo materno que desea devorar, aprisionar, mantener, etc. En esta dirección lo negativo del padre irrumpe no como un elemento que violenta sino como un medio que encausa a su hijo(a) hacia el proceso de individuación. También ocurre que la madre permita el inicio de dicho proceso pero en este caso ella intenta enfrentarse con el hijo (a) y de esa lucha surge su propia tragedia. Con el padre ocurre una situación diferente. Traigamos, a modo de ejemplo, el cuento El Rey Barbilampiño donde la joven, tras mofarse de sus pretendientes,  es obligada por el padre a irse con el primer hombre que se acerque al castillo. El rey comprende que su hija/princesa está invadida por la vanidad lo que le impide ser ella misma. En ese cuento no aparece una madre y es probable que la hija se haya identificado con su padre, desarrollando un animus o aspecto masculino para compensar la carencia femenina, la cual estaría en estado de desarrollo o sombrío. Con la decisión del padre ella emprende su proceso de individuación y lo logra, ayudada por su masculino, que es en principio un simple poeta ambulante, y luego se sabe que es el rey Barbilampiño quien se ha disfrazado para poner pruebas a la joven princesa. Sin embargo, notamos que el padre en ese cuento, al entregar a su hija a un desconocido, que podría ser un aspecto negativo, está ayudándole en su emancipación y en ningún momento existe la probabilidad de un final donde el padre sea aniquilado como si sucede con la madre en numerosos cuentos. 

Es frecuente en los cuentos de hadas, el enfrentamiento de la joven mujer con los males terribles y violentos del masculino. Esto podría explicarse en el sentido de la teoría junguiana que contempla una representación masculina en el inconsciente de la mujer llamada ánimus u hombre interior. Este es vivenciado por la mujer en su relación con el padre y se convierte para ella en la contraposición anímica de su femenino ya que este último es su tendencia natural por ser mujer. El ánimus puede ser positivo o negativo de acuerdo al grado de conciencia que de éste guarde la mujer y de la relación que se haya dado con las figuras paternas. En esta forma, el ánimus personifica todas las reflexiones semiconscientes, frías y destructivas que invaden a una mujer en las horas de la madrugada cuando no ha conseguido realizar cierta obligación sentimental. Es entonces cuando comienza a pensar acerca de la herencia familiar y asuntos de esa índole, una especie de tejido de pensamientos calculadores, llenos de malicia e intriga, que la llevan a un estado en que es capaz de desear la muerte a otros (Von- franz, 1969, 191).

Sin embargo el ánimus también posee cualidades positivas de guía, creación y libertad. Esto es visible en los cuentos de hadas porque el masculino está muchas veces convertido en animal, estufa, búho, monstruo salvaje, animal, etc., y es necesaria una liberación que se da a partir de una serie de peripecias llevadas a cabo por una mujer: besar, mantener silencio durante años, tejer, no gritar ante los peligros, peinarse junto a un estanque, tocar instrumentos, proponer una competencia que permite al héroe revelarse, etc. Todas estas acciones debe cumplirlas siempre porque al principio, cuando el masculino o ánimus, le pidió liberarlo y más aún, le indicó el cómo, ella, se llenó de miedo, se volvió donde no debía o bien, rechazó su masculino. Todo ello la conduce a un recorrido más amplio que compromete mucho tiempo y esfuerzo.

El ánimus, comprende entonces para una mujer, un viaje por cuatro etapas de desarrollo. La primera aparece como una representación de mero poder físico, por ejemplo, como campeón atlético u ”hombre musculoso”. En la segunda etapa posee iniciativa y  capacidad para planear la acción. En la tercera, el ánimus se trasforma en la “palabra”, apareciendo con frecuencia como profesor o sacerdote. Finalmente, en su cuarta manifestación, el ánimus es la encarnación del significado. En este nivel, se convierte en mediador de la experiencia religiosa por la cual la vida adquiere nuevo significado (Von franz, 1969, 194). Por tanto las etapas llevan un tiempo recorrerlas o quizás el yo se identifique con alguna de estas figuraciones y simplemente se quede estancado.

Sea como fuere, el desarrollo del ánimus o al menos cierto elemento de él, es visible en el cuento Blancanieves y Rosaroja, también conocido en la versión Manga como Rosablanca y Rosaroja.  Se trata de dos jóvenes que viven en el bosque, en una humilde cabaña, con su madre. No hay presencia masculina desde el inicio y sólo cuando llega el oso a solicitar posada, en medio de una tormenta de nieve, comprendemos que allí está la primera etapa del ánimus. Es un oso, animal que en la alquimia corresponde, según Eduardo Cirlot (2002,351) a la nigredo de la primera materia que es la etapa inicial del proceso que lleva a la piedra filosofal. Por tanto, sería la etapa inicial porque encarna lo instintivo, la etapa cruel y peligrosa del hombre arcaico donde afloran más los estados inconscientes peligrosos de la psique. Las niñas huyen de él al verlo en la puerta pero la madre se apiada de su condición, lo acoge en su hogar y pronto se forma una amistad entre el animal y las niñas. Incluso aparece una frase llamativa que nos hace comprender su relación con el ánimus renovado que emergerá al final del cuento: El oso dejaba que las niñas jugaran con él; y, si se ponían muy pesadas, les decía: - ¡Qué me van a matar! ¡Qué matáis a vuestro novio!  En esta frase se condensa el desarrollo posterior que ocurre en el ánimus de las niñas, que no sólo traban amistad con el animal sino que se convierten en posibles novias en un futuro. Tendríamos entonces concluida la primera etapa del ánimus pues en ella básicamente se da un acercamiento sin miedos al instinto bajo la guía materna. De aquí resulta la integración del instinto donde la mujer se permite vislumbrar más allá del solo peligro de sus impulsos corporales y psíquicos, logrando una relación de amistad, guía, creación, etc.,  con lo primitivo que la habita.

La segunda fase inicia cuando las niñas encuentran al enano en el bosque. Jung considera a esta figura como un guardián del inconsciente (Cirlot, 2002,351), pero aquí asumimos al enano como el que ha sometido al oso a un encantamiento y le ha robado sus tesoros, le ha condenado a un estado arcaico. Las niñas inician esta fase que se caracteriza por la acción, dejando la casa, la madre, la protección,  y se dirigen al bosque, el espacio abierto y símbolo del peligro del inconsciente, para ayudar en tres momentos al enano. El primero es cuando el enano pide ayuda porque un árbol ha caído, el mismo donde tenía escondido el tesoro, sobre su larga barba. Las jovenes intentan levantar el tronco pero es inútil. Rosablanca saca unas tijeras del bolsillo y corta la barba del enano. Este se enoja, toma su costal y se marcha insultando a las jóvenes. Luego, vuelven a encontrar al enano junto a un riachuelo. Está pescando pero el anzuelo se le ha prendado de su barba y está a punto de ser arrastrado por el gran pez que ha caído en su anzuelo.

Nuevamente Rosablanca le corta la barba y de nuevo el enojo de su parte. Finalmente, el enano es cazado por un águila y está siendo llevado como presa cuando las jóvenes se le aferran a la chaqueta y logran disuadir al ave de rapiña, pero el enano las insulta igual que antes. El símbolo de la barba está ligado a los instintos o a aquello que aún no se logra percibir como peligroso como sucede en Barba azul. Es necesario entender, en este cuento, que la presencia del enano se vincula con del oso en el sentido de que pasa de un ser completamente lleno de pelos, en cierta medida instintivo, hacia un ser medianamente humanizado pero que conserva en su barba la esencia de su primitivismo. Este aspecto de la barba es algo que lleva al enano a problemas: primera se le atora bajo un árbol que ha caído, y de no ser ayudado por las chichas hubiera perecido. Ese árbol, en muchos culturas tomado como centro, ha caído probablemente porque el enano puso allí el tesoro robado al oso, el cual no pudo ser soportado por la planta. También es válido proponer que este árbol, centro de lo femenino/masculino, se viene abajo para iniciar el proceso de equilibrio de la psique. El segundo problema del enano, tras el primer corte de su barba, es de mayor peligro. Está pescando, pero al picar un pez, el anzuelo se le enreda en la barba a tal punto que está por caer al agua. El pez, es un ser psíquico, un movimiento penetrante dotado de poder ascensional en lo inferior, es decir, lo inconsciente (Cirlot 2002, 366) y por tanto un símbolo devenido de las aguas del río que fluye para cambiar constantemente: recordemos a Heráclito. La barba/instinto de nuevo es cortada porque se niega a ese cambio y desea un retorno regresivo a las aguas primigenias de la madre de donde ha emergido lo penetrante de lo masculino, ese poder que asciende sin remedio, sin un control porque se confunde con los instintos,  y luego, esta idea de la ascensión, se ratifica en el símbolo del águila donde pasamos a las instancias del padre. El águila, símbolo de las alturas y el principio espiritual, toma al Enano/ánimus de la cabeza, de su racionalidad, y comienza a elevarlo. Cuando está a punto de tomar vuelo ese ánimus, las chicas se prendan de sus vestidos, lo salvan pero le rompen la chaqueta, la máscara que lo ocultaba. Indirectamente han cumplido con tres tareas, por esto, el ánimus se ha perfeccionado, y las jóvenes pese a que su pequeño ánimus, representado por el enano, siempre las insulta, las desvalora y las tilda de idiotas, no dejan de estar atentas para ayudarle y con ello ir encontrando de manera indirecta,  el sitio donde oculta los tesoros que pertenecen al oso y podríamos aventurar, a su propio ánimus. El enano está lleno de rabia, de una ira profunda, donde siempre pone problema a su propia existencia, para que la psique preste atención a su simbología, de no ser así pone pruebas, para que tras la ira emerja la comprensión, los tesoros profundos que el iracundo enano se ha robado porque él exige un lugar dentro del desarrollo de lo psíquico. 

Cuando el enano insulta lo femenino escucha esos sarcasmos e injurias, que lo desvaloran cuando sigue sus instintos e intenta, pese a este crítico interior, continuar. Su ánimus no agradece por la ayuda que le brinda cuando está en apuros y en todo momento se encuentra con estados de ánimo ambivalentes donde ni sabe que la enoja y considera que todo debe ser llevado como bien le guste, así como el enano que exige ser salvado pero rechaza la acción intuitiva de las jóvenes. Es aquí donde lo femenino lleva a cabo el desarrollo de sus capacidades y las expande al mundo, para que en cada paso que dé, encontrar la riqueza que su enano, critico interior, le ha robado. Es por eso que las jóvenes tras un último encuentro con el enano descubren el tesoro que ha escondido siempre. Pero allí, ellas no actúan más, porque emerge el oso para enfrentarse con su enemigo, el cual sucumbe ante la fuerza de un manotazo. El oso, busca a las jóvenes y cuando está frente a ellas, pierde su pelaje hasta convertirse en un apuesto joven, encarnando lo masculino en un estado espiritual elevado e integrado. Él les explica la situación de encantamiento al que estaba sometido y el cuento termina con una boda.  

El tercer estado del animus se interpretará siguiendo el cuento Iku, el pájaro de oro donde tras un periplo largo del héroe su anima, contiene un ánimus particular. En este cuento árabe, el héroe ha rescatado a su ánima, pero en el camino, sus hermanos lo engañan y termina en el fondo de un pozo. Antes de ser enviado a lo profundo de la gruta lo femenino le da tres nueces que conservan en su interior: un arete, un brazalete y un vestido de oro. Con esta acción prediseñada, ese femenino,  encarna el ánimus regulador de la psique porque puede vislumbrar el posible futuro a modo de pitonisa, pero no en el sentido mantico, sino en la dirección de la planeación. Su ánimus planea, ordena el tiempo, planifica e integra.  Ella contiene el ánimus/padre que proyecta la mirada a lo lejos,  al contrario de la anima/madre del joven que vive en el presente en una inocencia extrema que le pone en peligro y lo conduce al fondo del pozo. Con esa acción ese femenino utiliza el ingenio, la intuición y la palabra para adelantarse a lo que vendrá después, puede predecir que su masculino saldrá del mal paso e irá a buscarla. Esto no sólo indica un símil entre la profundidad del pozo, que sería un útero que lo devora y lo trasforma, con las nueces que también son úteros profundamente fértiles de los que emergen mágicamente objetos preciosos con características de guías hacia la reconstitución del ánimus de la joven princesa. Ella, pide uno a uno los objetos, que sabe bien que su amado tiene, que son parte de su alma proyectada en él, para ir reconquistando en su interior al ánimus que dejó en el pozo. Desea recobrarse, lo cual se manifiesta cuando Iván se acerca a la ciudad donde ella está, incluso el Pájaro de Oro y el caballo tras la decadencia, recuperan la vitalidad de ese ánimus.  Tal evento lleva a  entrever la similitud entre caballo, pájaro de oro, anima, y que en definitiva, son parte del joven pues el indicio de su marchitamiento tras la separación,  muestra el transcurso que acontece, cuando alguien deja el camino que le lleva a sus mayores tesoros y lo cambia por un retorno a la madre que lo aniquila.  

Finalmente, para afinar el tema de las fases del ánimus, podremos expresar que el cuarto estadio del animus está dirigido a lo espiritual, es más visible en cuentos donde lo femenino o masculino se ha convertido en la vieja(o) sabia(o) o en el hada madrina. Esta figura es mediadora entre la realidad y el inconsciente, porque su intuición se ha desarrollado hasta el nivel de la predicción. Pueden aparecer cuando el héroe está en apuros, ha sido encerrado como Cenicienta, o simplemente esperan en la vera del camino o en medio del bosque se los encuentra. Siempre vislumbran la condición futura del héroe, le entregan herramientas mágicas o consejos por lo que se convierten en ayudantes primordiales para el desarrollo del héroe. Cuando la mujer alcanza este estadio se convierte en una especie de pitonisa o logra niveles espirituales que colman su vida de nuevos significados.            

Concluida esta argumentación dirijamos la mirada hacia el ánimus negativo, representado por el padre o esposo,  que es palpable en los cuentos Barba azul, Toda clase de pieles, La doncella manca, etc. Miremos en los cuentos mencionados la figura del padre de manera individual. En todos se conciben planes de exterminio, incesto, abandono y descuido, que involucra lo masculino en cuanto a que esas tendencias pertenecen primero a  su propio femenino o anima. El problema en este sentido es que el padre ha proyectado esa imagen negativa de su ánima sobre su propia hija o esposa. Barba azul pone todas las mujeres que ha asesinado en una habitación susceptible de ser vista e incluso con el agravante de la prohibición, que es en muchos casos un guiño para la trasgresión. Una llave única,  de oro y peor aún, destinada a una habitación hermética, retirada y fuera de lo común no hace más que seducir a la inexperta esposa que al abrir la puerta descubre no sólo el lado maldito y obscuro de su esposo, sino que abruptamente le llega el conocimiento de sí misma. La esposa ha asumido la carga sombría del Barba azul que la habita, la cual, él no ha logrado integrar y en vez de hacerlo, la prolonga con más muertes que intentan siempre poner en otros(sus esposas) lo que realmente debe resolver Barba Azul por sí mismo. La mujer de Barba Azul no hace consciencia del ciclo de padre/esposo/ánimus que la habita y por ello recibe en su vida la profunda estancia llena de mujeres muertas, que a larga no solo son una manifestación individual sino también colectiva de la psique. Ella abre la habitación plagada de muerte y ve la obscuridad de su esposo, pero también el reflejo de la muerte de su propio femenino, conoce la verdad.

El efecto es fuerte porque ella estaba obnubilada por el inmenso castillo y sus habitaciones llenas de oro. No se le pasaba por la cabeza encontrar dicho secreto y concebía que la habitación prohibida contuviera lo más exquisito de las pertenencias de Barba Azul. Al abrir la puerta ella comprende el peligro en el que ha entrado. Intenta borrar la huella de sangre de la lleva trasgresora, como si intentara negar lo visto, pero todo es inútil: su esposo la descubre y desea matarla. Ella acude a sus hermanos para defenderse, para trasgredir el ciclo que lleva, y lograr impedir más muertes femeninas. El enfrentamiento también ocurre en su interior. Los hermanos interiores de la mujer del cuento revigorizan, fortalecen: con ello convoca la confrontación con el padre/esposo,  y tras la batalla,  integra lo masculino.

En el cuento Toda clase de pieles la madre ha muerto y ha condicionado a su esposo a que contraiga matrimonio únicamente con una mujer semejante en belleza a ella. Con esta promesa instaurada, el padre está atrapado por su ánima y a pesar de sus búsquedas nunca encuentra a una mujer que iguale a su esposa fallecida. Al final encuentra en su hija la posibilidad de cumplir la promesa y por ello la solicita en matrimonio. Es importante comprender que la hija se ajusta a la solicitud porque es la renovación de la esposa, posee sus cualidades y tiene en particular su mismo cabello de oro, un símbolo de integración espiritual de lo masculino (Wasserziehr, op. cit, 156). El desbalance del padre, como lo hemos visto en otros cuentos que hemos interpretado, se asocia al duelo no resulto por la muerte de su anima. La hija huye de esta polarización paterna para evitar no solo el incesto sino lograr aquello que el padre perdió e integrarlo en su interior. Se cubre con un abrigo de piel de animales que ocultan su cabello, su origen real y simbolizan, según Gabriela Wasserziehr,  el calor, el apoyo de los animales y los instintos.

Ella retorna a un estado humilde, materno, natural, y con ello encauza las energías desviadas del masculino. Luego, rebasa la identificación con su madre que se ha dado al inicio del cuento porque son los padres los que conducen al incesto ya que no admiten que se les reemplace. Ni la madre, en el límite de la muerte, logra deshacer su ánimus para liberar a su esposo de su influjo. Su actitud, en gran medida ligada a un ego inflado, se trasfiere a su hija, la cual sigue la indicación inconsciente hasta convertirse en la esposa que ha muerto pero que sigue viva en ella porque la joven ha sido leal a su madre. Cuando el padre la pretende ella huye para superar la identificación materna y redimir los opuestos que en ella confluyen. Si la madre propicia la identificación,  el padre no hace mucho por evitar prolongar una lealtad que a la larga le trae las peores desventuras. Enloquece por la belleza de su hija/esposa, no escucha los consejos de sus cercanos y entra en un desbalance que le lleva a la ruina. Mantiene la promesa pero no sabe que esta es un fuerte lazo emocional que lo liga inevitablemente a la sombra de su esposa. No sabe liberarse, está poseído por sus complejos. El yo ha dejado de mediar la realidad y ha cedido el puesto a la sombra. En el mundo cotidiano las personas hacen promesas si medir sus efectos: se prometen un viaje, un matrimonio, un hijo, un cuidado, etc., pero no comprenden que estas promesas deben implicar medios posibles de llevar a cabo con tranquilidad y sin riesgo psíquico,  no esclavitudes inconscientes que desembocan en enfermedades, hombres y mujeres que no se casan porque sus padres les hicieron prometer un cuidado hasta su muerte, muertes tempranas en accidentes o bajo el influjo del suicidio, etc. Tanto el padre y la madre deben liberar a su hijos para que estos no extiendan la batalla de promesas que no logran cumplir y que si lo hacen, pierden la vida en ello. En este cuento no son los padres precisamente los que liberan, es la hija quien se libra de los lazos de la promesa. 

Su hija, como dijimos antes, logra integrar los aspectos sombríos de los padres mediante una condición de retorno a lo materno, que en vista de una muerte prematura y con deficiencias en su maternaje, porque la reina se interesaba más por su físico, no fue lo suficiente. La vemos primero en el tronco de un árbol, símbolo que integra la pareja por estar ligado a la tierra y elevado al cielo, pero ese tronco hueco que la contiene es un nuevo útero de donde sale para ser llevada al castillo. Allí se dedica a labores de la cocina, condición ligada a lo materno, hasta que debe cocinar una sopa. Antes de esto ella ha irrumpido en la fiesta real vestida con hermosos trajes  que no la hacen olvidar de que es hermosa, integrada y fluida, pero en ella existe una duda ante el príncipe: no está preparada para asumir la relación porque el joven es la representación de un masculino, aunque más joven, bien puede poseer la misma intención del padre de pretenderla por su belleza únicamente, lo que repetiría el ciclo de sus padres.  Por tanto ella constata, durante la estadía en el castillo,  que el príncipe es sensible y que podrá amarla incluso con los trapos que lleva encima. Ella prepara la sopa, desliza una joya en el líquido y se esconde de nuevo. El príncipe solicita su presencia y allí descubre sus cabellos de oro, su verdadera esencia integrada y manifiesta, y le pide matrimonio. Se ha integrado el masculino/femenino lo que permite rebasar la idea del incesto.     

Continuemos ahora con otro aspecto del padre siguiendo el cuento La doncella manca. Este es obligado por  un demonio, a cortar las manos a su hija, con la excusa de que estas no le permiten al ser maligno acercarse a ella: la agresión física es un aspecto negativo que se convierte en algo que promueve el proceso de individuación. No es algo tomado como una oposición directa entre padre e hijo(a) como sucede en la relación que se da entre la madre e hija, donde siempre notamos el odio, las intrigas, los celos, etc., sino que el padre de la doncella manca  hace daño a su hija por efecto de la flaqueza que lo conduce a hacer un trato con el propio demonio.  Igual situación acontece con el padre de Hänsel y Gretel porque él no desea abandonar a sus hijos pero al fin accede a la propuesta de su esposa. Su decisión, negativa en principio se trasforma en positiva ya que  estimula la salida de los hijos de la cercanía materna y les ayuda a expandirse.

En otros cuentos el padre es quien enfrenta a su hijo/hija para convidarle a mantener sus promesas o seguir patrones éticos de conducta. Esto sucede en El rey rana donde la joven princesa promete a una rana, convidarla a su castillo sí ésta, le recupera la pelota de oro que ha caído al estanque. En este escrito el padre constantemente está pidiendo a la hija cumplir con su palabra e incluso le muestra como ser respetuosa con una anfibio que se ha dignado ayudarla. Es por esta vía, la de un padre que orienta y establece la norma, como la princesa encuentra a su príncipe ideal.  Cosa distinta ocurre con el padre que aparece en La casa del bosque, porque su actitud descuidada, provoca que sus hijas se pierdan en la profundidad del bosque. Él exige a su esposa enviar a sus tres hijas a llevarle comida al sitio donde está cortando leña. Para que la hija encuentre su posición él ha dejado un rastro: a la hija mayor le indica el camino con mijo, a la siguiente le deja lentejas y a la última, la menor, frijoles. Los rastros del padre son comidos por los pájaros y por tanto sus hijas se extravían. Cada hija deambula por el bosque hasta encontrar una casa habitada por un anciano de barba blanca y larga, un pollito, un gallo y una vaca. Las muchachas le piden posada a lo que el anciano no se opone.  Él les solicita  comida, igual que su propio padre, a lo que ellas acceden de inmediato pero sólo preparan alimentos para el anciano y para ellas mismas, dejando de lado a los animales. Esto provoca que el anciano las envié a una gruta que está debajo de la cama donde se han acostado. Sólo la menor considera a los animales y les trae alimentos acordes con cada especie. Con ello hace que el embrujo  que padece el anciano, sus tres criados y su propio castillo, desaparezca, por lo que vemos en su lugar un joven príncipe, su castillo y sus sirvientes.  Este cuento permite ver el lado opuesto y sombrío de la relación con el padre. Mientras la bruja/Madre de Hänsel y Gretel desea devorarlos, el anciano/padre presente en La casa del bosque, no intenta una agresión física. Crea un modo de condenar por la falta de sentido común ante las necesidades alimenticias de los animales.  No obstante, contrario al enfrentamiento con la madre que acontece en varios cuentos, donde esta debe ser liquidada para lograr la libertad, la vivencia del padre es diferente porque siempre encontramos un femenino - son pocos los personajes masculinos que enfrentan a su padre-  que concilia las energías del padre en su propio ser y con ello, salva su vida o desarrolla la capacidad de individuarse. 

Por otro lado, es común ver la figura del padre con una actitud ingenua e incluso, con una predisposición a hacer tratos donde aparecen el oro y las riquezas, intercambiadas por algo que en esencia el padre considera banal pero en el fondo resulta que ha intercambiado a sus hijos sin ser consciente de ello. El padre de la doncella manca acepta el oro creyendo que lo ha cambiado por los frutos del manzano que está atrás de su casa. En El Hada del Pantano el padre atorado por las deudas accede a trucar lo que ha nacido en su molino por una gran cantidad de oro. El piensa que la hecho en grande porque intuye que en su molino ha nacido quizás un gato o un perro pero no se le pasa por la cabeza la idea de que es su propio hijo el que ha nacido esa noche. Dicha ingenuidad, incluso la palabra más acorde sería descuido, del padre se suma a la peculiaridad constante de casarse luego de la muerte de su esposa con una bruja, una madre terrible para sus hijos, o incluso, una esposa a la cual hace caso sin objeciones. Por tanto, la figura del ánima del padre posee en ese instante el trasfondo de lo materno el cual el mismo no ha afrontado.  Esta esposa es la parte sombría de su ánima y en definitiva, son los hijos los que enfrentan ese estado sombrío de la madre. Caso contrario ocurre cuando el padre se encuentra sin su esposa desde el inicio porque en este tipo de cuento sabemos, como  lo afirma Marie Von Franz (1993,52), que la ausencia inicial de lo femenino es un indicio para suponer que se llevará a cabo un trasegar para restituirlo, y todo ello recae sobre los hijos varones[1]. En ese sentido el padre está solo y dispone su reino para sus hijos, los cuales salen en busca de su destino pero en general fracasan como les sucede a los hermanos en los cuentos Zarevich  Iván, el pájaro de fuego y el lobo[2], Las tres plumas, El pájaro de oro, Ika, el pájaro de oro (cuento indio),  Jalgamuz y sus criados, El agua de la vida, etc. En todos ellos el hermano menor, típica representación de la función inferior o del aspecto menos desarrollado de la conciencia; tomado como el bobalicón, el torpe, el inexperto, es quién restituye lo femenino y se hace acreedor de la herencia paterna. El padre en estos cuentos nunca se opone a sus hijos para evitar su desarrollo y si lo hace, cede fácilmente. Mientras que la figura de la madre contiene un enfrentamiento directo con sus hijos donde es necesario matarla porque de no ser así la vida estará en peligro.    

 De lo anterior deriva la necesidad de  discutir un asunto del padre que se contrasta de manera abismal con la figura materna. La imagen arquetípica paterna está en cierta medida más iluminada culturalmente hablando por lo que aparece con menor agresividad. Su postura es de oposición pero no es violento sino más bien de constante guía, cede su puesto a sus hijos más valientes y de hecho, no debe ser ni destronado, ni mucho menos confrontado para matarlo en una escena final como la de Hänsel y Gretel o Blancanieves. Pese a ello es necesario decir que en todo momento es el padre quien trae a la nueva esposa a su casa por lo que en un asunto de intuición básica, podemos adjudicarle a él, no sólo el movimiento hacia la individuación, sino una especie de condicionamiento para con los hijos que conduce a estos últimos a realizar el enfrentamiento que el mismo no puede hacer. El padre de Hänsel y Gretel debió proteger a sus hijos de la propuesta de su esposa de abandonarlos en el bosque igual que el rey, en El pájaro de oro,  debió asumir la pérdida de sus manzanas, su vitalidad, la inminencia de su muerte, y no aprobar la salida de sus hijos para buscar su propio deseo. Sin embargo es beneficioso que lo haga de ese modo porque de no ser así el héroe del cuento seguiría en su castillo o resistiendo el hambre del alma. El padre viabiliza la salida al mundo sin darse cuenta… o quizás si, en su deseo más profundo.  

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[1] Sucede lo contrario cuando el padre ha perdido a su esposa y tiene hijas. En este sentido puede darse una situación de incesto o de identificación con el ánimus. Lo primero se muestra en el cuento todas las pieles y es resuelto mediante un volcamiento hacia lo materno por parte de la hija. Lo segundo está presente en el rey Barbilampiño donde se recupera el equilibrio con la sabiduría del masculino, el aprendizaje de oficios femeninos y la humildad.      
[2] Cuento de origen ruso que será objeto de interpretación más adelante.