Por: Sergio Adrián Palacio Tamayo
La imagen del padre presente en los cuentos de hadas posee una
tendencia positiva, guiadora y sin oposiciones. En ocasiones manifiesta cierto
grado de negatividad que se contrasta con el desplegado por lo materno que
desea devorar, aprisionar, mantener, etc. En esta dirección lo negativo del
padre irrumpe no como un elemento que violenta sino como un medio que encausa a
su hijo(a) hacia el proceso de individuación. También ocurre que la madre
permita el inicio de dicho proceso pero en este caso ella intenta enfrentarse
con el hijo (a) y de esa lucha surge su propia tragedia. Con el padre ocurre
una situación diferente. Traigamos, a modo de ejemplo, el cuento El Rey Barbilampiño donde la joven, tras
mofarse de sus pretendientes, es
obligada por el padre a irse con el primer hombre que se acerque al castillo.
El rey comprende que su hija/princesa está invadida por la vanidad lo que le
impide ser ella misma. En ese cuento no aparece una madre y es probable que la
hija se haya identificado con su padre, desarrollando un animus o aspecto
masculino para compensar la carencia femenina, la cual estaría en estado de
desarrollo o sombrío. Con la decisión del padre ella emprende su proceso de
individuación y lo logra, ayudada por su masculino, que es en principio un
simple poeta ambulante, y luego se sabe que es el rey Barbilampiño quien se ha
disfrazado para poner pruebas a la joven princesa. Sin embargo, notamos que el
padre en ese cuento, al entregar a su hija a un desconocido, que podría ser un
aspecto negativo, está ayudándole en su emancipación y en ningún momento existe
la probabilidad de un final donde el padre sea aniquilado como si sucede con la
madre en numerosos cuentos.
Es frecuente en los cuentos de hadas, el enfrentamiento de la
joven mujer con los males terribles y violentos del masculino. Esto podría
explicarse en el sentido de la teoría junguiana que contempla una
representación masculina en el inconsciente de la mujer llamada ánimus u hombre interior. Este es
vivenciado por la mujer en su relación con el padre y se convierte para ella en
la contraposición anímica de su femenino ya que este último es su tendencia
natural por ser mujer. El ánimus puede ser positivo o negativo de acuerdo al
grado de conciencia que de éste guarde la mujer y de la relación que se haya
dado con las figuras paternas. En esta
forma, el ánimus personifica todas las reflexiones semiconscientes, frías y
destructivas que invaden a una mujer en las horas de la madrugada cuando no ha
conseguido realizar cierta obligación sentimental. Es entonces cuando comienza
a pensar acerca de la herencia familiar y asuntos de esa índole, una especie de
tejido de pensamientos calculadores, llenos de malicia e intriga, que la llevan
a un estado en que es capaz de desear la muerte a otros (Von- franz, 1969, 191).
Sin embargo el ánimus también posee cualidades positivas de guía,
creación y libertad. Esto es visible en los cuentos de hadas porque el
masculino está muchas veces convertido en animal, estufa, búho, monstruo
salvaje, animal, etc., y es necesaria una liberación que se da a partir de una
serie de peripecias llevadas a cabo por una mujer: besar, mantener silencio
durante años, tejer, no gritar ante los peligros, peinarse junto a un estanque,
tocar instrumentos, proponer una competencia que permite al héroe revelarse,
etc. Todas estas acciones debe cumplirlas siempre porque al principio, cuando
el masculino o ánimus, le pidió liberarlo y más aún, le indicó el cómo, ella,
se llenó de miedo, se volvió donde no debía o bien, rechazó su masculino. Todo
ello la conduce a un recorrido más amplio que compromete mucho tiempo y
esfuerzo.
El ánimus, comprende entonces para una mujer, un viaje por cuatro
etapas de desarrollo. La primera aparece
como una representación de mero poder físico, por ejemplo, como campeón
atlético u ”hombre musculoso”. En la segunda etapa posee iniciativa y capacidad para planear la acción. En la
tercera, el ánimus se trasforma en la “palabra”, apareciendo con frecuencia
como profesor o sacerdote. Finalmente, en su cuarta manifestación, el ánimus es
la encarnación del significado. En este nivel, se convierte en mediador de la
experiencia religiosa por la cual la vida adquiere nuevo significado (Von franz, 1969, 194). Por tanto las etapas llevan un tiempo recorrerlas o quizás el yo
se identifique con alguna de estas figuraciones y simplemente se quede
estancado.
Sea como fuere, el desarrollo del ánimus o al menos cierto
elemento de él, es visible en el cuento Blancanieves
y Rosaroja, también conocido en la versión Manga como Rosablanca y Rosaroja. Se
trata de dos jóvenes que viven en el bosque, en una humilde cabaña, con su
madre. No hay presencia masculina desde el inicio y sólo cuando llega el oso a
solicitar posada, en medio de una tormenta de nieve, comprendemos que allí está
la primera etapa del ánimus. Es un oso, animal que en la alquimia corresponde,
según Eduardo Cirlot (2002,351) a la nigredo
de la primera materia que es la etapa inicial del proceso que lleva a la
piedra filosofal. Por tanto, sería la etapa inicial porque encarna lo
instintivo, la etapa cruel y peligrosa del hombre arcaico donde afloran más los
estados inconscientes peligrosos de la psique. Las niñas huyen de él al verlo
en la puerta pero la madre se apiada de su condición, lo acoge en su hogar y
pronto se forma una amistad entre el animal y las niñas. Incluso aparece una
frase llamativa que nos hace comprender su relación con el ánimus renovado que
emergerá al final del cuento: El oso
dejaba que las niñas jugaran con él; y, si se ponían muy pesadas, les decía: -
¡Qué me van a matar! ¡Qué matáis a vuestro novio! En esta frase se condensa el desarrollo
posterior que ocurre en el ánimus de las niñas, que no sólo traban amistad con
el animal sino que se convierten en posibles novias en un futuro. Tendríamos
entonces concluida la primera etapa del ánimus pues en ella básicamente se da
un acercamiento sin miedos al instinto bajo la guía materna. De aquí resulta la
integración del instinto donde la mujer se permite vislumbrar más allá del solo
peligro de sus impulsos corporales y psíquicos, logrando una relación de
amistad, guía, creación, etc., con lo
primitivo que la habita.
La segunda fase inicia cuando las niñas encuentran al enano en el
bosque. Jung considera a esta figura como un guardián del inconsciente (Cirlot,
2002,351), pero aquí asumimos al enano como el que ha sometido al oso a un
encantamiento y le ha robado sus tesoros, le ha condenado a un estado arcaico.
Las niñas inician esta fase que se caracteriza por la acción, dejando la casa,
la madre, la protección, y se dirigen al
bosque, el espacio abierto y símbolo del peligro del inconsciente, para ayudar
en tres momentos al enano. El primero es cuando el enano pide ayuda porque un
árbol ha caído, el mismo donde tenía escondido el tesoro, sobre su larga barba.
Las jovenes intentan levantar el tronco pero es inútil. Rosablanca saca unas
tijeras del bolsillo y corta la barba del enano. Este se enoja, toma su costal
y se marcha insultando a las jóvenes. Luego, vuelven a encontrar al enano junto
a un riachuelo. Está pescando pero el anzuelo se le ha prendado de su barba y
está a punto de ser arrastrado por el gran pez que ha caído en su anzuelo.
Nuevamente Rosablanca le corta la barba y de nuevo el enojo de su
parte. Finalmente, el enano es cazado por un águila y está siendo llevado como
presa cuando las jóvenes se le aferran a la chaqueta y logran disuadir al ave
de rapiña, pero el enano las insulta igual que antes. El símbolo de la barba
está ligado a los instintos o a aquello que aún no se logra percibir como
peligroso como sucede en Barba azul. Es
necesario entender, en este cuento, que la presencia del enano se vincula con
del oso en el sentido de que pasa de un ser completamente lleno de pelos, en
cierta medida instintivo, hacia un ser medianamente humanizado pero que
conserva en su barba la esencia de su primitivismo. Este aspecto de la barba es
algo que lleva al enano a problemas: primera se le atora bajo un árbol que ha caído,
y de no ser ayudado por las chichas hubiera perecido. Ese árbol, en muchos
culturas tomado como centro, ha caído probablemente porque el enano puso allí
el tesoro robado al oso, el cual no pudo ser soportado por la planta. También
es válido proponer que este árbol, centro de lo femenino/masculino, se viene
abajo para iniciar el proceso de equilibrio de la psique. El segundo problema
del enano, tras el primer corte de su barba, es de mayor peligro. Está
pescando, pero al picar un pez, el anzuelo se le enreda en la barba a tal punto
que está por caer al agua. El pez, es un
ser psíquico, un movimiento penetrante dotado de poder ascensional en lo
inferior, es decir, lo inconsciente (Cirlot 2002, 366) y por tanto un
símbolo devenido de las aguas del río que fluye para cambiar constantemente:
recordemos a Heráclito. La barba/instinto de nuevo es cortada porque se niega a
ese cambio y desea un retorno regresivo a las aguas primigenias de la madre de
donde ha emergido lo penetrante de lo masculino, ese poder que asciende sin
remedio, sin un control porque se confunde con los instintos, y luego, esta idea de la ascensión, se
ratifica en el símbolo del águila donde pasamos a las instancias del padre. El
águila, símbolo de las alturas y el principio espiritual, toma al Enano/ánimus
de la cabeza, de su racionalidad, y comienza a elevarlo. Cuando está a punto de
tomar vuelo ese ánimus, las chicas se prendan de sus vestidos, lo salvan pero
le rompen la chaqueta, la máscara que lo ocultaba. Indirectamente han cumplido con
tres tareas, por esto, el ánimus se ha perfeccionado, y las jóvenes pese a que
su pequeño ánimus, representado por el enano, siempre las insulta, las
desvalora y las tilda de idiotas, no dejan de estar atentas para ayudarle y con
ello ir encontrando de manera indirecta,
el sitio donde oculta los tesoros que pertenecen al oso y podríamos
aventurar, a su propio ánimus. El enano está lleno de rabia, de una ira
profunda, donde siempre pone problema a su propia existencia, para que la
psique preste atención a su simbología, de no ser así pone pruebas, para que
tras la ira emerja la comprensión, los tesoros profundos que el iracundo enano
se ha robado porque él exige un lugar dentro del desarrollo de lo
psíquico.
Cuando el enano insulta lo femenino escucha esos sarcasmos e
injurias, que lo desvaloran cuando sigue sus instintos e intenta, pese a este
crítico interior, continuar. Su ánimus no agradece por la ayuda que le brinda
cuando está en apuros y en todo momento se encuentra con estados de ánimo
ambivalentes donde ni sabe que la enoja y considera que todo debe ser llevado
como bien le guste, así como el enano que exige ser salvado pero rechaza la
acción intuitiva de las jóvenes. Es aquí donde lo femenino lleva a cabo el
desarrollo de sus capacidades y las expande al mundo, para que en cada paso que
dé, encontrar la riqueza que su enano, critico interior, le ha robado. Es por
eso que las jóvenes tras un último encuentro con el enano descubren el tesoro
que ha escondido siempre. Pero allí, ellas no actúan más, porque emerge el oso
para enfrentarse con su enemigo, el cual sucumbe ante la fuerza de un manotazo.
El oso, busca a las jóvenes y cuando está frente a ellas, pierde su pelaje
hasta convertirse en un apuesto joven, encarnando lo masculino en un estado espiritual
elevado e integrado. Él les explica la situación de encantamiento al que estaba
sometido y el cuento termina con una boda.
El tercer estado del animus se interpretará siguiendo el cuento Iku, el pájaro de oro donde tras un
periplo largo del héroe su anima, contiene un ánimus particular. En este cuento
árabe, el héroe ha rescatado a su ánima, pero en el camino, sus hermanos lo
engañan y termina en el fondo de un pozo. Antes de ser enviado a lo profundo de
la gruta lo femenino le da tres nueces que conservan en su interior: un arete,
un brazalete y un vestido de oro. Con esta acción prediseñada, ese
femenino, encarna el ánimus regulador de
la psique porque puede vislumbrar el posible futuro a modo de pitonisa, pero no
en el sentido mantico, sino en la dirección de la planeación. Su ánimus planea,
ordena el tiempo, planifica e integra.
Ella contiene el ánimus/padre que proyecta la mirada a lo lejos, al contrario de la anima/madre del joven que
vive en el presente en una inocencia extrema que le pone en peligro y lo
conduce al fondo del pozo. Con esa acción ese femenino utiliza el ingenio, la
intuición y la palabra para adelantarse a lo que vendrá después, puede predecir
que su masculino saldrá del mal paso e irá a buscarla. Esto no sólo indica un
símil entre la profundidad del pozo, que sería un útero que lo devora y lo
trasforma, con las nueces que también son úteros profundamente fértiles de los
que emergen mágicamente objetos preciosos con características de guías hacia la
reconstitución del ánimus de la joven princesa. Ella, pide uno a uno los
objetos, que sabe bien que su amado tiene, que son parte de su alma proyectada
en él, para ir reconquistando en su interior al ánimus que dejó en el pozo.
Desea recobrarse, lo cual se manifiesta cuando Iván se acerca a la ciudad donde
ella está, incluso el Pájaro de Oro y el caballo tras la decadencia, recuperan
la vitalidad de ese ánimus. Tal evento
lleva a entrever la similitud entre
caballo, pájaro de oro, anima, y que en definitiva, son parte del joven pues el
indicio de su marchitamiento tras la separación, muestra el transcurso que acontece, cuando
alguien deja el camino que le lleva a sus mayores tesoros y lo cambia por un
retorno a la madre que lo aniquila.
Finalmente, para afinar el tema de las fases del ánimus, podremos
expresar que el cuarto estadio del animus está dirigido a lo espiritual, es más
visible en cuentos donde lo femenino o masculino se ha convertido en la
vieja(o) sabia(o) o en el hada madrina. Esta figura es mediadora entre la
realidad y el inconsciente, porque su intuición se ha desarrollado hasta el
nivel de la predicción. Pueden aparecer cuando el héroe está en apuros, ha sido
encerrado como Cenicienta, o
simplemente esperan en la vera del camino o en medio del bosque se los
encuentra. Siempre vislumbran la condición futura del héroe, le entregan
herramientas mágicas o consejos por lo que se convierten en ayudantes
primordiales para el desarrollo del héroe. Cuando la mujer alcanza este estadio
se convierte en una especie de pitonisa o logra niveles espirituales que colman
su vida de nuevos significados.
Concluida esta argumentación dirijamos la mirada hacia el ánimus
negativo, representado por el padre o esposo,
que es palpable en los cuentos Barba
azul, Toda clase de pieles, La
doncella manca, etc. Miremos en los cuentos mencionados la figura del padre
de manera individual. En todos se conciben planes de exterminio, incesto,
abandono y descuido, que involucra lo masculino en cuanto a que esas tendencias
pertenecen primero a su propio femenino
o anima. El problema en este sentido es que el padre ha proyectado esa imagen
negativa de su ánima sobre su propia hija o esposa. Barba azul pone todas las
mujeres que ha asesinado en una habitación susceptible de ser vista e incluso
con el agravante de la prohibición, que es en muchos casos un guiño para la
trasgresión. Una llave única, de oro y
peor aún, destinada a una habitación hermética, retirada y fuera de lo común no
hace más que seducir a la inexperta esposa que al abrir la puerta descubre no
sólo el lado maldito y obscuro de su esposo, sino que abruptamente le llega el
conocimiento de sí misma. La esposa ha asumido la carga sombría del Barba azul
que la habita, la cual, él no ha logrado integrar y en vez de hacerlo, la
prolonga con más muertes que intentan siempre poner en otros(sus esposas) lo
que realmente debe resolver Barba Azul por sí mismo. La mujer de Barba Azul no
hace consciencia del ciclo de padre/esposo/ánimus que la habita y por ello
recibe en su vida la profunda estancia llena de mujeres muertas, que a larga no
solo son una manifestación individual sino también colectiva de la psique. Ella
abre la habitación plagada de muerte y ve la obscuridad de su esposo, pero
también el reflejo de la muerte de su propio femenino, conoce la verdad.
El efecto es fuerte porque ella estaba obnubilada por el inmenso
castillo y sus habitaciones llenas de oro. No se le pasaba por la cabeza
encontrar dicho secreto y concebía que la habitación prohibida contuviera lo
más exquisito de las pertenencias de Barba Azul. Al abrir la puerta ella
comprende el peligro en el que ha entrado. Intenta borrar la huella de sangre
de la lleva trasgresora, como si intentara negar lo visto, pero todo es inútil:
su esposo la descubre y desea matarla. Ella acude a sus hermanos para
defenderse, para trasgredir el ciclo que lleva, y lograr impedir más muertes
femeninas. El enfrentamiento también ocurre en su interior. Los hermanos
interiores de la mujer del cuento revigorizan, fortalecen: con ello convoca la
confrontación con el padre/esposo, y
tras la batalla, integra lo masculino.
Continuemos ahora con otro aspecto del
padre siguiendo el cuento La doncella
manca. Este es obligado por un demonio, a cortar las manos a su hija, con
la excusa de que estas no le permiten al ser maligno acercarse a ella: la
agresión física es un aspecto negativo que se convierte en algo que promueve el
proceso de individuación. No es algo tomado como una oposición directa entre
padre e hijo(a) como sucede en la relación que se da entre la madre e hija,
donde siempre notamos el odio, las intrigas, los celos, etc., sino que el padre
de la doncella manca hace daño a su hija por efecto de la flaqueza
que lo conduce a hacer un trato con el propio demonio. Igual situación acontece con el padre de
Hänsel y Gretel porque él no desea abandonar a sus hijos pero al fin accede a
la propuesta de su esposa. Su decisión, negativa en principio se trasforma en
positiva ya que estimula la salida de
los hijos de la cercanía materna y les ayuda a expandirse.
En otros cuentos el padre es quien enfrenta a su hijo/hija para
convidarle a mantener sus promesas o seguir patrones éticos de conducta. Esto
sucede en El rey rana donde la joven
princesa promete a una rana, convidarla a su castillo sí ésta, le recupera la
pelota de oro que ha caído al estanque. En este escrito el padre constantemente
está pidiendo a la hija cumplir con su palabra e incluso le muestra como ser
respetuosa con una anfibio que se ha dignado ayudarla. Es por esta vía, la de
un padre que orienta y establece la norma, como la princesa encuentra a su
príncipe ideal. Cosa distinta ocurre con
el padre que aparece en La casa del
bosque, porque su actitud descuidada, provoca que sus hijas se pierdan en
la profundidad del bosque. Él exige a su esposa enviar a sus tres hijas a
llevarle comida al sitio donde está cortando leña. Para que la hija encuentre
su posición él ha dejado un rastro: a la hija mayor le indica el camino con
mijo, a la siguiente le deja lentejas y a la última, la menor, frijoles. Los
rastros del padre son comidos por los pájaros y por tanto sus hijas se
extravían. Cada hija deambula por el bosque hasta encontrar una casa habitada
por un anciano de barba blanca y larga, un pollito, un gallo y una vaca. Las
muchachas le piden posada a lo que el anciano no se opone. Él les solicita comida, igual que su propio padre, a lo que
ellas acceden de inmediato pero sólo preparan alimentos para el anciano y para
ellas mismas, dejando de lado a los animales. Esto provoca que el anciano las
envié a una gruta que está debajo de la cama donde se han acostado. Sólo la
menor considera a los animales y les trae alimentos acordes con cada especie.
Con ello hace que el embrujo que padece
el anciano, sus tres criados y su propio castillo, desaparezca, por lo que
vemos en su lugar un joven príncipe, su castillo y sus sirvientes. Este cuento permite ver el lado opuesto y
sombrío de la relación con el padre. Mientras la bruja/Madre de Hänsel y Gretel desea devorarlos, el
anciano/padre presente en La casa del
bosque, no intenta una agresión física. Crea un modo de condenar por la
falta de sentido común ante las necesidades alimenticias de los animales. No obstante, contrario al enfrentamiento con
la madre que acontece en varios cuentos, donde esta debe ser liquidada para
lograr la libertad, la vivencia del padre es diferente porque siempre
encontramos un femenino - son pocos los personajes masculinos que enfrentan a
su padre- que concilia las energías del
padre en su propio ser y con ello, salva su vida o desarrolla la capacidad de
individuarse.
Por otro lado, es común ver la figura del padre con una actitud
ingenua e incluso, con una predisposición a hacer tratos donde aparecen el oro
y las riquezas, intercambiadas por algo que en esencia el padre considera banal
pero en el fondo resulta que ha intercambiado a sus hijos sin ser consciente de
ello. El padre de la doncella manca
acepta el oro creyendo que lo ha cambiado por los frutos del manzano que está
atrás de su casa. En El Hada del Pantano el
padre atorado por las deudas accede a trucar lo que ha nacido en su molino por
una gran cantidad de oro. El piensa que la hecho en grande porque intuye que en
su molino ha nacido quizás un gato o un perro pero no se le pasa por la cabeza
la idea de que es su propio hijo el que ha nacido esa noche. Dicha ingenuidad,
incluso la palabra más acorde sería descuido, del padre se suma a la
peculiaridad constante de casarse luego de la muerte de su esposa con una
bruja, una madre terrible para sus hijos, o incluso, una esposa a la cual hace
caso sin objeciones. Por tanto, la figura del ánima del padre posee en ese
instante el trasfondo de lo materno el cual el mismo no ha afrontado. Esta esposa es la parte sombría de su ánima y
en definitiva, son los hijos los que enfrentan ese estado sombrío de la madre.
Caso contrario ocurre cuando el padre se encuentra sin su esposa desde el
inicio porque en este tipo de cuento sabemos, como lo afirma Marie Von Franz (1993,52), que la
ausencia inicial de lo femenino es un indicio para suponer que se llevará a
cabo un trasegar para restituirlo, y todo ello recae sobre los hijos varones. En ese sentido el padre
está solo y dispone su reino para sus hijos, los cuales salen en busca de su
destino pero en general fracasan como les sucede a los hermanos en los cuentos Zarevich
Iván, el pájaro de fuego y el lobo,
Las tres plumas, El pájaro de oro, Ika, el pájaro de oro (cuento indio), Jalgamuz
y sus criados, El agua de la vida, etc. En todos ellos el hermano menor,
típica representación de la función inferior o del aspecto menos desarrollado
de la conciencia; tomado como el bobalicón, el torpe, el inexperto, es quién
restituye lo femenino y se hace acreedor de la herencia paterna. El padre en
estos cuentos nunca se opone a sus hijos para evitar su desarrollo y si lo
hace, cede fácilmente. Mientras que la figura de la madre contiene un
enfrentamiento directo con sus hijos donde es necesario matarla porque de no
ser así la vida estará en peligro.
De lo anterior deriva la
necesidad de discutir un asunto del
padre que se contrasta de manera abismal con la figura materna. La imagen
arquetípica paterna está en cierta medida más iluminada culturalmente hablando
por lo que aparece con menor agresividad. Su postura es de oposición pero no es
violento sino más bien de constante guía, cede su puesto a sus hijos más
valientes y de hecho, no debe ser ni destronado, ni mucho menos confrontado
para matarlo en una escena final como la de Hänsel
y Gretel o Blancanieves. Pese a ello es necesario decir que en todo momento
es el padre quien trae a la nueva esposa a su casa por lo que en un asunto de
intuición básica, podemos adjudicarle a él, no sólo el movimiento hacia la
individuación, sino una especie de condicionamiento para con los hijos que
conduce a estos últimos a realizar el enfrentamiento que el mismo no puede
hacer. El padre de Hänsel y Gretel debió proteger a sus hijos de la propuesta
de su esposa de abandonarlos en el bosque igual que el rey, en El pájaro de oro, debió asumir la pérdida de sus manzanas, su
vitalidad, la inminencia de su muerte, y no aprobar la salida de sus hijos para
buscar su propio deseo. Sin embargo es beneficioso que lo haga de ese modo porque
de no ser así el héroe del cuento seguiría en su castillo o resistiendo el
hambre del alma. El padre viabiliza la salida al mundo sin darse cuenta… o
quizás si, en su deseo más profundo.
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