domingo, 17 de junio de 2012



Interpretación psicológica/ hermenéutica de las imágenes arquetípicas del padre en algunos cuentos de hadas. 

Por: Sergio Adrián Palacio Tamayo

La imagen del padre presente en los cuentos de hadas posee una tendencia positiva, guiadora y sin oposiciones. En ocasiones manifiesta cierto grado de negatividad que se contrasta con el desplegado por lo materno que desea devorar, aprisionar, mantener, etc. En esta dirección lo negativo del padre irrumpe no como un elemento que violenta sino como un medio que encausa a su hijo(a) hacia el proceso de individuación. También ocurre que la madre permita el inicio de dicho proceso pero en este caso ella intenta enfrentarse con el hijo (a) y de esa lucha surge su propia tragedia. Con el padre ocurre una situación diferente. Traigamos, a modo de ejemplo, el cuento El Rey Barbilampiño donde la joven, tras mofarse de sus pretendientes,  es obligada por el padre a irse con el primer hombre que se acerque al castillo. El rey comprende que su hija/princesa está invadida por la vanidad lo que le impide ser ella misma. En ese cuento no aparece una madre y es probable que la hija se haya identificado con su padre, desarrollando un animus o aspecto masculino para compensar la carencia femenina, la cual estaría en estado de desarrollo o sombrío. Con la decisión del padre ella emprende su proceso de individuación y lo logra, ayudada por su masculino, que es en principio un simple poeta ambulante, y luego se sabe que es el rey Barbilampiño quien se ha disfrazado para poner pruebas a la joven princesa. Sin embargo, notamos que el padre en ese cuento, al entregar a su hija a un desconocido, que podría ser un aspecto negativo, está ayudándole en su emancipación y en ningún momento existe la probabilidad de un final donde el padre sea aniquilado como si sucede con la madre en numerosos cuentos. 

Es frecuente en los cuentos de hadas, el enfrentamiento de la joven mujer con los males terribles y violentos del masculino. Esto podría explicarse en el sentido de la teoría junguiana que contempla una representación masculina en el inconsciente de la mujer llamada ánimus u hombre interior. Este es vivenciado por la mujer en su relación con el padre y se convierte para ella en la contraposición anímica de su femenino ya que este último es su tendencia natural por ser mujer. El ánimus puede ser positivo o negativo de acuerdo al grado de conciencia que de éste guarde la mujer y de la relación que se haya dado con las figuras paternas. En esta forma, el ánimus personifica todas las reflexiones semiconscientes, frías y destructivas que invaden a una mujer en las horas de la madrugada cuando no ha conseguido realizar cierta obligación sentimental. Es entonces cuando comienza a pensar acerca de la herencia familiar y asuntos de esa índole, una especie de tejido de pensamientos calculadores, llenos de malicia e intriga, que la llevan a un estado en que es capaz de desear la muerte a otros (Von- franz, 1969, 191).

Sin embargo el ánimus también posee cualidades positivas de guía, creación y libertad. Esto es visible en los cuentos de hadas porque el masculino está muchas veces convertido en animal, estufa, búho, monstruo salvaje, animal, etc., y es necesaria una liberación que se da a partir de una serie de peripecias llevadas a cabo por una mujer: besar, mantener silencio durante años, tejer, no gritar ante los peligros, peinarse junto a un estanque, tocar instrumentos, proponer una competencia que permite al héroe revelarse, etc. Todas estas acciones debe cumplirlas siempre porque al principio, cuando el masculino o ánimus, le pidió liberarlo y más aún, le indicó el cómo, ella, se llenó de miedo, se volvió donde no debía o bien, rechazó su masculino. Todo ello la conduce a un recorrido más amplio que compromete mucho tiempo y esfuerzo.

El ánimus, comprende entonces para una mujer, un viaje por cuatro etapas de desarrollo. La primera aparece como una representación de mero poder físico, por ejemplo, como campeón atlético u ”hombre musculoso”. En la segunda etapa posee iniciativa y  capacidad para planear la acción. En la tercera, el ánimus se trasforma en la “palabra”, apareciendo con frecuencia como profesor o sacerdote. Finalmente, en su cuarta manifestación, el ánimus es la encarnación del significado. En este nivel, se convierte en mediador de la experiencia religiosa por la cual la vida adquiere nuevo significado (Von franz, 1969, 194). Por tanto las etapas llevan un tiempo recorrerlas o quizás el yo se identifique con alguna de estas figuraciones y simplemente se quede estancado.

Sea como fuere, el desarrollo del ánimus o al menos cierto elemento de él, es visible en el cuento Blancanieves y Rosaroja, también conocido en la versión Manga como Rosablanca y Rosaroja.  Se trata de dos jóvenes que viven en el bosque, en una humilde cabaña, con su madre. No hay presencia masculina desde el inicio y sólo cuando llega el oso a solicitar posada, en medio de una tormenta de nieve, comprendemos que allí está la primera etapa del ánimus. Es un oso, animal que en la alquimia corresponde, según Eduardo Cirlot (2002,351) a la nigredo de la primera materia que es la etapa inicial del proceso que lleva a la piedra filosofal. Por tanto, sería la etapa inicial porque encarna lo instintivo, la etapa cruel y peligrosa del hombre arcaico donde afloran más los estados inconscientes peligrosos de la psique. Las niñas huyen de él al verlo en la puerta pero la madre se apiada de su condición, lo acoge en su hogar y pronto se forma una amistad entre el animal y las niñas. Incluso aparece una frase llamativa que nos hace comprender su relación con el ánimus renovado que emergerá al final del cuento: El oso dejaba que las niñas jugaran con él; y, si se ponían muy pesadas, les decía: - ¡Qué me van a matar! ¡Qué matáis a vuestro novio!  En esta frase se condensa el desarrollo posterior que ocurre en el ánimus de las niñas, que no sólo traban amistad con el animal sino que se convierten en posibles novias en un futuro. Tendríamos entonces concluida la primera etapa del ánimus pues en ella básicamente se da un acercamiento sin miedos al instinto bajo la guía materna. De aquí resulta la integración del instinto donde la mujer se permite vislumbrar más allá del solo peligro de sus impulsos corporales y psíquicos, logrando una relación de amistad, guía, creación, etc.,  con lo primitivo que la habita.

La segunda fase inicia cuando las niñas encuentran al enano en el bosque. Jung considera a esta figura como un guardián del inconsciente (Cirlot, 2002,351), pero aquí asumimos al enano como el que ha sometido al oso a un encantamiento y le ha robado sus tesoros, le ha condenado a un estado arcaico. Las niñas inician esta fase que se caracteriza por la acción, dejando la casa, la madre, la protección,  y se dirigen al bosque, el espacio abierto y símbolo del peligro del inconsciente, para ayudar en tres momentos al enano. El primero es cuando el enano pide ayuda porque un árbol ha caído, el mismo donde tenía escondido el tesoro, sobre su larga barba. Las jovenes intentan levantar el tronco pero es inútil. Rosablanca saca unas tijeras del bolsillo y corta la barba del enano. Este se enoja, toma su costal y se marcha insultando a las jóvenes. Luego, vuelven a encontrar al enano junto a un riachuelo. Está pescando pero el anzuelo se le ha prendado de su barba y está a punto de ser arrastrado por el gran pez que ha caído en su anzuelo.

Nuevamente Rosablanca le corta la barba y de nuevo el enojo de su parte. Finalmente, el enano es cazado por un águila y está siendo llevado como presa cuando las jóvenes se le aferran a la chaqueta y logran disuadir al ave de rapiña, pero el enano las insulta igual que antes. El símbolo de la barba está ligado a los instintos o a aquello que aún no se logra percibir como peligroso como sucede en Barba azul. Es necesario entender, en este cuento, que la presencia del enano se vincula con del oso en el sentido de que pasa de un ser completamente lleno de pelos, en cierta medida instintivo, hacia un ser medianamente humanizado pero que conserva en su barba la esencia de su primitivismo. Este aspecto de la barba es algo que lleva al enano a problemas: primera se le atora bajo un árbol que ha caído, y de no ser ayudado por las chichas hubiera perecido. Ese árbol, en muchos culturas tomado como centro, ha caído probablemente porque el enano puso allí el tesoro robado al oso, el cual no pudo ser soportado por la planta. También es válido proponer que este árbol, centro de lo femenino/masculino, se viene abajo para iniciar el proceso de equilibrio de la psique. El segundo problema del enano, tras el primer corte de su barba, es de mayor peligro. Está pescando, pero al picar un pez, el anzuelo se le enreda en la barba a tal punto que está por caer al agua. El pez, es un ser psíquico, un movimiento penetrante dotado de poder ascensional en lo inferior, es decir, lo inconsciente (Cirlot 2002, 366) y por tanto un símbolo devenido de las aguas del río que fluye para cambiar constantemente: recordemos a Heráclito. La barba/instinto de nuevo es cortada porque se niega a ese cambio y desea un retorno regresivo a las aguas primigenias de la madre de donde ha emergido lo penetrante de lo masculino, ese poder que asciende sin remedio, sin un control porque se confunde con los instintos,  y luego, esta idea de la ascensión, se ratifica en el símbolo del águila donde pasamos a las instancias del padre. El águila, símbolo de las alturas y el principio espiritual, toma al Enano/ánimus de la cabeza, de su racionalidad, y comienza a elevarlo. Cuando está a punto de tomar vuelo ese ánimus, las chicas se prendan de sus vestidos, lo salvan pero le rompen la chaqueta, la máscara que lo ocultaba. Indirectamente han cumplido con tres tareas, por esto, el ánimus se ha perfeccionado, y las jóvenes pese a que su pequeño ánimus, representado por el enano, siempre las insulta, las desvalora y las tilda de idiotas, no dejan de estar atentas para ayudarle y con ello ir encontrando de manera indirecta,  el sitio donde oculta los tesoros que pertenecen al oso y podríamos aventurar, a su propio ánimus. El enano está lleno de rabia, de una ira profunda, donde siempre pone problema a su propia existencia, para que la psique preste atención a su simbología, de no ser así pone pruebas, para que tras la ira emerja la comprensión, los tesoros profundos que el iracundo enano se ha robado porque él exige un lugar dentro del desarrollo de lo psíquico. 

Cuando el enano insulta lo femenino escucha esos sarcasmos e injurias, que lo desvaloran cuando sigue sus instintos e intenta, pese a este crítico interior, continuar. Su ánimus no agradece por la ayuda que le brinda cuando está en apuros y en todo momento se encuentra con estados de ánimo ambivalentes donde ni sabe que la enoja y considera que todo debe ser llevado como bien le guste, así como el enano que exige ser salvado pero rechaza la acción intuitiva de las jóvenes. Es aquí donde lo femenino lleva a cabo el desarrollo de sus capacidades y las expande al mundo, para que en cada paso que dé, encontrar la riqueza que su enano, critico interior, le ha robado. Es por eso que las jóvenes tras un último encuentro con el enano descubren el tesoro que ha escondido siempre. Pero allí, ellas no actúan más, porque emerge el oso para enfrentarse con su enemigo, el cual sucumbe ante la fuerza de un manotazo. El oso, busca a las jóvenes y cuando está frente a ellas, pierde su pelaje hasta convertirse en un apuesto joven, encarnando lo masculino en un estado espiritual elevado e integrado. Él les explica la situación de encantamiento al que estaba sometido y el cuento termina con una boda.  

El tercer estado del animus se interpretará siguiendo el cuento Iku, el pájaro de oro donde tras un periplo largo del héroe su anima, contiene un ánimus particular. En este cuento árabe, el héroe ha rescatado a su ánima, pero en el camino, sus hermanos lo engañan y termina en el fondo de un pozo. Antes de ser enviado a lo profundo de la gruta lo femenino le da tres nueces que conservan en su interior: un arete, un brazalete y un vestido de oro. Con esta acción prediseñada, ese femenino,  encarna el ánimus regulador de la psique porque puede vislumbrar el posible futuro a modo de pitonisa, pero no en el sentido mantico, sino en la dirección de la planeación. Su ánimus planea, ordena el tiempo, planifica e integra.  Ella contiene el ánimus/padre que proyecta la mirada a lo lejos,  al contrario de la anima/madre del joven que vive en el presente en una inocencia extrema que le pone en peligro y lo conduce al fondo del pozo. Con esa acción ese femenino utiliza el ingenio, la intuición y la palabra para adelantarse a lo que vendrá después, puede predecir que su masculino saldrá del mal paso e irá a buscarla. Esto no sólo indica un símil entre la profundidad del pozo, que sería un útero que lo devora y lo trasforma, con las nueces que también son úteros profundamente fértiles de los que emergen mágicamente objetos preciosos con características de guías hacia la reconstitución del ánimus de la joven princesa. Ella, pide uno a uno los objetos, que sabe bien que su amado tiene, que son parte de su alma proyectada en él, para ir reconquistando en su interior al ánimus que dejó en el pozo. Desea recobrarse, lo cual se manifiesta cuando Iván se acerca a la ciudad donde ella está, incluso el Pájaro de Oro y el caballo tras la decadencia, recuperan la vitalidad de ese ánimus.  Tal evento lleva a  entrever la similitud entre caballo, pájaro de oro, anima, y que en definitiva, son parte del joven pues el indicio de su marchitamiento tras la separación,  muestra el transcurso que acontece, cuando alguien deja el camino que le lleva a sus mayores tesoros y lo cambia por un retorno a la madre que lo aniquila.  

Finalmente, para afinar el tema de las fases del ánimus, podremos expresar que el cuarto estadio del animus está dirigido a lo espiritual, es más visible en cuentos donde lo femenino o masculino se ha convertido en la vieja(o) sabia(o) o en el hada madrina. Esta figura es mediadora entre la realidad y el inconsciente, porque su intuición se ha desarrollado hasta el nivel de la predicción. Pueden aparecer cuando el héroe está en apuros, ha sido encerrado como Cenicienta, o simplemente esperan en la vera del camino o en medio del bosque se los encuentra. Siempre vislumbran la condición futura del héroe, le entregan herramientas mágicas o consejos por lo que se convierten en ayudantes primordiales para el desarrollo del héroe. Cuando la mujer alcanza este estadio se convierte en una especie de pitonisa o logra niveles espirituales que colman su vida de nuevos significados.            

Concluida esta argumentación dirijamos la mirada hacia el ánimus negativo, representado por el padre o esposo,  que es palpable en los cuentos Barba azul, Toda clase de pieles, La doncella manca, etc. Miremos en los cuentos mencionados la figura del padre de manera individual. En todos se conciben planes de exterminio, incesto, abandono y descuido, que involucra lo masculino en cuanto a que esas tendencias pertenecen primero a  su propio femenino o anima. El problema en este sentido es que el padre ha proyectado esa imagen negativa de su ánima sobre su propia hija o esposa. Barba azul pone todas las mujeres que ha asesinado en una habitación susceptible de ser vista e incluso con el agravante de la prohibición, que es en muchos casos un guiño para la trasgresión. Una llave única,  de oro y peor aún, destinada a una habitación hermética, retirada y fuera de lo común no hace más que seducir a la inexperta esposa que al abrir la puerta descubre no sólo el lado maldito y obscuro de su esposo, sino que abruptamente le llega el conocimiento de sí misma. La esposa ha asumido la carga sombría del Barba azul que la habita, la cual, él no ha logrado integrar y en vez de hacerlo, la prolonga con más muertes que intentan siempre poner en otros(sus esposas) lo que realmente debe resolver Barba Azul por sí mismo. La mujer de Barba Azul no hace consciencia del ciclo de padre/esposo/ánimus que la habita y por ello recibe en su vida la profunda estancia llena de mujeres muertas, que a larga no solo son una manifestación individual sino también colectiva de la psique. Ella abre la habitación plagada de muerte y ve la obscuridad de su esposo, pero también el reflejo de la muerte de su propio femenino, conoce la verdad.

El efecto es fuerte porque ella estaba obnubilada por el inmenso castillo y sus habitaciones llenas de oro. No se le pasaba por la cabeza encontrar dicho secreto y concebía que la habitación prohibida contuviera lo más exquisito de las pertenencias de Barba Azul. Al abrir la puerta ella comprende el peligro en el que ha entrado. Intenta borrar la huella de sangre de la lleva trasgresora, como si intentara negar lo visto, pero todo es inútil: su esposo la descubre y desea matarla. Ella acude a sus hermanos para defenderse, para trasgredir el ciclo que lleva, y lograr impedir más muertes femeninas. El enfrentamiento también ocurre en su interior. Los hermanos interiores de la mujer del cuento revigorizan, fortalecen: con ello convoca la confrontación con el padre/esposo,  y tras la batalla,  integra lo masculino.

En el cuento Toda clase de pieles la madre ha muerto y ha condicionado a su esposo a que contraiga matrimonio únicamente con una mujer semejante en belleza a ella. Con esta promesa instaurada, el padre está atrapado por su ánima y a pesar de sus búsquedas nunca encuentra a una mujer que iguale a su esposa fallecida. Al final encuentra en su hija la posibilidad de cumplir la promesa y por ello la solicita en matrimonio. Es importante comprender que la hija se ajusta a la solicitud porque es la renovación de la esposa, posee sus cualidades y tiene en particular su mismo cabello de oro, un símbolo de integración espiritual de lo masculino (Wasserziehr, op. cit, 156). El desbalance del padre, como lo hemos visto en otros cuentos que hemos interpretado, se asocia al duelo no resulto por la muerte de su anima. La hija huye de esta polarización paterna para evitar no solo el incesto sino lograr aquello que el padre perdió e integrarlo en su interior. Se cubre con un abrigo de piel de animales que ocultan su cabello, su origen real y simbolizan, según Gabriela Wasserziehr,  el calor, el apoyo de los animales y los instintos.

Ella retorna a un estado humilde, materno, natural, y con ello encauza las energías desviadas del masculino. Luego, rebasa la identificación con su madre que se ha dado al inicio del cuento porque son los padres los que conducen al incesto ya que no admiten que se les reemplace. Ni la madre, en el límite de la muerte, logra deshacer su ánimus para liberar a su esposo de su influjo. Su actitud, en gran medida ligada a un ego inflado, se trasfiere a su hija, la cual sigue la indicación inconsciente hasta convertirse en la esposa que ha muerto pero que sigue viva en ella porque la joven ha sido leal a su madre. Cuando el padre la pretende ella huye para superar la identificación materna y redimir los opuestos que en ella confluyen. Si la madre propicia la identificación,  el padre no hace mucho por evitar prolongar una lealtad que a la larga le trae las peores desventuras. Enloquece por la belleza de su hija/esposa, no escucha los consejos de sus cercanos y entra en un desbalance que le lleva a la ruina. Mantiene la promesa pero no sabe que esta es un fuerte lazo emocional que lo liga inevitablemente a la sombra de su esposa. No sabe liberarse, está poseído por sus complejos. El yo ha dejado de mediar la realidad y ha cedido el puesto a la sombra. En el mundo cotidiano las personas hacen promesas si medir sus efectos: se prometen un viaje, un matrimonio, un hijo, un cuidado, etc., pero no comprenden que estas promesas deben implicar medios posibles de llevar a cabo con tranquilidad y sin riesgo psíquico,  no esclavitudes inconscientes que desembocan en enfermedades, hombres y mujeres que no se casan porque sus padres les hicieron prometer un cuidado hasta su muerte, muertes tempranas en accidentes o bajo el influjo del suicidio, etc. Tanto el padre y la madre deben liberar a su hijos para que estos no extiendan la batalla de promesas que no logran cumplir y que si lo hacen, pierden la vida en ello. En este cuento no son los padres precisamente los que liberan, es la hija quien se libra de los lazos de la promesa. 

Su hija, como dijimos antes, logra integrar los aspectos sombríos de los padres mediante una condición de retorno a lo materno, que en vista de una muerte prematura y con deficiencias en su maternaje, porque la reina se interesaba más por su físico, no fue lo suficiente. La vemos primero en el tronco de un árbol, símbolo que integra la pareja por estar ligado a la tierra y elevado al cielo, pero ese tronco hueco que la contiene es un nuevo útero de donde sale para ser llevada al castillo. Allí se dedica a labores de la cocina, condición ligada a lo materno, hasta que debe cocinar una sopa. Antes de esto ella ha irrumpido en la fiesta real vestida con hermosos trajes  que no la hacen olvidar de que es hermosa, integrada y fluida, pero en ella existe una duda ante el príncipe: no está preparada para asumir la relación porque el joven es la representación de un masculino, aunque más joven, bien puede poseer la misma intención del padre de pretenderla por su belleza únicamente, lo que repetiría el ciclo de sus padres.  Por tanto ella constata, durante la estadía en el castillo,  que el príncipe es sensible y que podrá amarla incluso con los trapos que lleva encima. Ella prepara la sopa, desliza una joya en el líquido y se esconde de nuevo. El príncipe solicita su presencia y allí descubre sus cabellos de oro, su verdadera esencia integrada y manifiesta, y le pide matrimonio. Se ha integrado el masculino/femenino lo que permite rebasar la idea del incesto.     

Continuemos ahora con otro aspecto del padre siguiendo el cuento La doncella manca. Este es obligado por  un demonio, a cortar las manos a su hija, con la excusa de que estas no le permiten al ser maligno acercarse a ella: la agresión física es un aspecto negativo que se convierte en algo que promueve el proceso de individuación. No es algo tomado como una oposición directa entre padre e hijo(a) como sucede en la relación que se da entre la madre e hija, donde siempre notamos el odio, las intrigas, los celos, etc., sino que el padre de la doncella manca  hace daño a su hija por efecto de la flaqueza que lo conduce a hacer un trato con el propio demonio.  Igual situación acontece con el padre de Hänsel y Gretel porque él no desea abandonar a sus hijos pero al fin accede a la propuesta de su esposa. Su decisión, negativa en principio se trasforma en positiva ya que  estimula la salida de los hijos de la cercanía materna y les ayuda a expandirse.

En otros cuentos el padre es quien enfrenta a su hijo/hija para convidarle a mantener sus promesas o seguir patrones éticos de conducta. Esto sucede en El rey rana donde la joven princesa promete a una rana, convidarla a su castillo sí ésta, le recupera la pelota de oro que ha caído al estanque. En este escrito el padre constantemente está pidiendo a la hija cumplir con su palabra e incluso le muestra como ser respetuosa con una anfibio que se ha dignado ayudarla. Es por esta vía, la de un padre que orienta y establece la norma, como la princesa encuentra a su príncipe ideal.  Cosa distinta ocurre con el padre que aparece en La casa del bosque, porque su actitud descuidada, provoca que sus hijas se pierdan en la profundidad del bosque. Él exige a su esposa enviar a sus tres hijas a llevarle comida al sitio donde está cortando leña. Para que la hija encuentre su posición él ha dejado un rastro: a la hija mayor le indica el camino con mijo, a la siguiente le deja lentejas y a la última, la menor, frijoles. Los rastros del padre son comidos por los pájaros y por tanto sus hijas se extravían. Cada hija deambula por el bosque hasta encontrar una casa habitada por un anciano de barba blanca y larga, un pollito, un gallo y una vaca. Las muchachas le piden posada a lo que el anciano no se opone.  Él les solicita  comida, igual que su propio padre, a lo que ellas acceden de inmediato pero sólo preparan alimentos para el anciano y para ellas mismas, dejando de lado a los animales. Esto provoca que el anciano las envié a una gruta que está debajo de la cama donde se han acostado. Sólo la menor considera a los animales y les trae alimentos acordes con cada especie. Con ello hace que el embrujo  que padece el anciano, sus tres criados y su propio castillo, desaparezca, por lo que vemos en su lugar un joven príncipe, su castillo y sus sirvientes.  Este cuento permite ver el lado opuesto y sombrío de la relación con el padre. Mientras la bruja/Madre de Hänsel y Gretel desea devorarlos, el anciano/padre presente en La casa del bosque, no intenta una agresión física. Crea un modo de condenar por la falta de sentido común ante las necesidades alimenticias de los animales.  No obstante, contrario al enfrentamiento con la madre que acontece en varios cuentos, donde esta debe ser liquidada para lograr la libertad, la vivencia del padre es diferente porque siempre encontramos un femenino - son pocos los personajes masculinos que enfrentan a su padre-  que concilia las energías del padre en su propio ser y con ello, salva su vida o desarrolla la capacidad de individuarse. 

Por otro lado, es común ver la figura del padre con una actitud ingenua e incluso, con una predisposición a hacer tratos donde aparecen el oro y las riquezas, intercambiadas por algo que en esencia el padre considera banal pero en el fondo resulta que ha intercambiado a sus hijos sin ser consciente de ello. El padre de la doncella manca acepta el oro creyendo que lo ha cambiado por los frutos del manzano que está atrás de su casa. En El Hada del Pantano el padre atorado por las deudas accede a trucar lo que ha nacido en su molino por una gran cantidad de oro. El piensa que la hecho en grande porque intuye que en su molino ha nacido quizás un gato o un perro pero no se le pasa por la cabeza la idea de que es su propio hijo el que ha nacido esa noche. Dicha ingenuidad, incluso la palabra más acorde sería descuido, del padre se suma a la peculiaridad constante de casarse luego de la muerte de su esposa con una bruja, una madre terrible para sus hijos, o incluso, una esposa a la cual hace caso sin objeciones. Por tanto, la figura del ánima del padre posee en ese instante el trasfondo de lo materno el cual el mismo no ha afrontado.  Esta esposa es la parte sombría de su ánima y en definitiva, son los hijos los que enfrentan ese estado sombrío de la madre. Caso contrario ocurre cuando el padre se encuentra sin su esposa desde el inicio porque en este tipo de cuento sabemos, como  lo afirma Marie Von Franz (1993,52), que la ausencia inicial de lo femenino es un indicio para suponer que se llevará a cabo un trasegar para restituirlo, y todo ello recae sobre los hijos varones[1]. En ese sentido el padre está solo y dispone su reino para sus hijos, los cuales salen en busca de su destino pero en general fracasan como les sucede a los hermanos en los cuentos Zarevich  Iván, el pájaro de fuego y el lobo[2], Las tres plumas, El pájaro de oro, Ika, el pájaro de oro (cuento indio),  Jalgamuz y sus criados, El agua de la vida, etc. En todos ellos el hermano menor, típica representación de la función inferior o del aspecto menos desarrollado de la conciencia; tomado como el bobalicón, el torpe, el inexperto, es quién restituye lo femenino y se hace acreedor de la herencia paterna. El padre en estos cuentos nunca se opone a sus hijos para evitar su desarrollo y si lo hace, cede fácilmente. Mientras que la figura de la madre contiene un enfrentamiento directo con sus hijos donde es necesario matarla porque de no ser así la vida estará en peligro.    

 De lo anterior deriva la necesidad de  discutir un asunto del padre que se contrasta de manera abismal con la figura materna. La imagen arquetípica paterna está en cierta medida más iluminada culturalmente hablando por lo que aparece con menor agresividad. Su postura es de oposición pero no es violento sino más bien de constante guía, cede su puesto a sus hijos más valientes y de hecho, no debe ser ni destronado, ni mucho menos confrontado para matarlo en una escena final como la de Hänsel y Gretel o Blancanieves. Pese a ello es necesario decir que en todo momento es el padre quien trae a la nueva esposa a su casa por lo que en un asunto de intuición básica, podemos adjudicarle a él, no sólo el movimiento hacia la individuación, sino una especie de condicionamiento para con los hijos que conduce a estos últimos a realizar el enfrentamiento que el mismo no puede hacer. El padre de Hänsel y Gretel debió proteger a sus hijos de la propuesta de su esposa de abandonarlos en el bosque igual que el rey, en El pájaro de oro,  debió asumir la pérdida de sus manzanas, su vitalidad, la inminencia de su muerte, y no aprobar la salida de sus hijos para buscar su propio deseo. Sin embargo es beneficioso que lo haga de ese modo porque de no ser así el héroe del cuento seguiría en su castillo o resistiendo el hambre del alma. El padre viabiliza la salida al mundo sin darse cuenta… o quizás si, en su deseo más profundo.  

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[1] Sucede lo contrario cuando el padre ha perdido a su esposa y tiene hijas. En este sentido puede darse una situación de incesto o de identificación con el ánimus. Lo primero se muestra en el cuento todas las pieles y es resuelto mediante un volcamiento hacia lo materno por parte de la hija. Lo segundo está presente en el rey Barbilampiño donde se recupera el equilibrio con la sabiduría del masculino, el aprendizaje de oficios femeninos y la humildad.      
[2] Cuento de origen ruso que será objeto de interpretación más adelante. 

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