Revelar mis escritos es desnudar mi cuerpo, con sus cicatrices, imperfecciones, lunares, arrugas, poros y vellos. Recorrer mis cuentos, novelas y poemas es leer los surcos de mis manos, es escarbar entre mi ralo cabello, es olfatear los humores que albergan el doblez de mis brazos, mis piernas, mis ingles ; peor aún, leerme es enquistarse en las circunvoluciones de mi cerebro. Mi escritura es el texto de mi cuerpo, de lo que he vivido y padecido, de lo que ha gozado y sufrido, de lo vociferado y lo guardado, de mis rubores y palideces.
Pero de igual forma que la escritura me acerca a la muerte, la muerte llega a través del placer, del deseo. Para mí escribir es paroxístico; nada más bello, más intenso, que el proceso creativo, nada más hermoso que el juego amoroso de la creación. Estallar en palabras es lamer el éxtasis, es dejarse venir cuesta abajo revolcándose en el arrebato hedonístico, perdido en abrazos. Así esa caída no conduzca a otra parte que a la muerte misma
Philip Potdevin
La Fragilidad de la escritura
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